Aniversario 215º de la Sociedad del Sagrado Corazón: Un mensaje de Sofía

  • Foto de Clara Malo rscj (MEX)
¡Que hermosa es, que noble y sublime la vocación a que hemos sido llamadas! Quien de nosotras la ha comprendido bien hasta ahora y más aún quién la ha realizado en toda su extensión?  Me siento incapaz, hijas, de hacerles comprender toda su belleza! Para describirles su excelencia necesitaría un lenguaje más que humano según palabras del Apóstol.
 
Me detendré desarrollando estos tres puntos: su excelencia, su utilidad, la felicidad que nos procura.  A diferencia de otras Ordenes, nosotras unimos la vida activa con la contemplativa; vida mixta, que realiza la perfección haciendo depender una de la otra.  Ante todo tenemos que hacernos santas, para poder hacer bien a las almas.  Este será también el medio de santificarnos, pues todas deben haber tenido por primer fin, al entrar, el asegurar su propia salvación.  
 
Los teólogos dicen que todo cuanto Dios ha producido al exterior, la creación, la Redención, tiene por fin la salvación de las almas.  Así todo en nosotras debe concurrir a este fin, puesto que estamos asociadas a la misión divina de Jesucristo y queremos continuar la que realizó en la tierra.
 
Era necesario que el Hijo de Dios viniese al mundo para hacer conocer y glorificar a la Santísima Trinidad.  Para esta misión divina eligió doce Apóstoles.  Nos ha llamado a este apostolado divino, a ser sus representantes, sus imitadoras.  Antes de comenzar su vida apostólica Jesús pasó treinta años en el retiro, y nosotras por ambas vidas activa y contemplativa, reunimos la vida entera de Jesucristo.  ¡Qué gloria y qué honor para nosotras!  ¡cómo hemos sido elegidas tan llenas de miserias, yo la primera, hijas mías! ¡Cuántas otras llamadas también y que no han perseverado, siendo quizá menos culpables que nosotras a los ojos de Dios! …
 
¿Qué medios tomaremos, queridas hijas, para corresponder a nuestra santa vocación?  A ejemplo de nuestro divino Salvador debemos aplicarnos a practicar una profunda humildad, una abnegación pronta y generosa, a adquirir una gran caridad, es necesario aprender a soportarse mutuamente.
 
Sta. Magdalena Sofía Barat
Conferencia 72a
Sobre nuestras Santa Reglas, 1847