Año de Oración: Semana 32

  • Rosa Filipina Duchesne en el Rebeca, óleo sobre tabla, por Margaret Mary Nealis rscj

Un nuevo enfoque sobre Filipina Duchesne

Atraer a los jóvenes. Hace algunos años, dos chicos de aproximadamente doce años, vinieron a nuestra casa para pedir nuestra ayuda con su proyecto escolar sobre la vida religiosa. Les dimos algunas informaciones sobre nuestra Sociedad y les dimos algunos folletos y fotos. Poco después, nos invitaron a su exposición. Al entrar en la sala, un poster de seis pies de alto de Filipina, sentada en la cubierta del “Rebecca”, llamó inmediatamente nuestra atención y en su presentación, los chicos aclararon con su entusiasmo que Filipina era exactamente el tipo de religiosa que podían comprender y admirar.  Su intrépida dedicación y su amor desinteresado capturaron su imaginación. Aquel día los niños me dieron la posibilidad de apreciar de una manera nueva el don de Filipina Duchesne a la Sociedad. 

Justicia social. En 1998, tuve el privilegio de hacer un peregrinaje organizado por nuestras hermanas francesas. Visitamos la grande casa en Grenoble donde crecieron las familias Duchesne y Perier, la tan querida por Filipina Ste Marie d’En-Haut, y la grande Chartreuse en los majestuosos Alpes. Pero el lugar que más me ha impresionado ha sido el Castillo de Vizille. En 1988, muchos carteles alrededor de Vizille lo proclamaron “Le Berceau de la Révolution!” (“¡La cuna de la revolución!”). Se proyectó la Carta de los Derechos Fundamentales, elaborada ahí en 1788, un documento que dio vida a la Revolución y que fue en parte trabajo del tío de Filipina, Claude. ¿Cuánto había escuchado Filipina de las discusiones políticas que se desarrollaban a su alrededor? ¿De qué manera esto ha afectado su defensa de los pobres y de los oprimidos? Para mí, Vizille ha abierto una ventana en la mente y el corazón de Filipina. 

La pionera. El tercer momento memorable fue la visita a Florissant, durante un día de marzo terriblemente frio. Mientras temblaba en el amplio dormitorio, mi compañera me contó cómo era la vida en el internado en la época de Filipina. Me explicó que en aquella época la situación hubiera sido aún más austera. Mientras hablaba, me imaginé a Filipina caminando en la noche, intentando confortar y traer calor a los alumnos, y luego rompiendo el hielo en las jarras de agua. Sentada en aquel cuarto sin comodidades, me impresionó el auténtico heroísmo de esta valiente mujer.

Moira Donnelly rscj

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