Bienaventuranzas de Nuestros Miedos

  • Foto por Sandra Cavieres rscj (CHI)

Esta oración está centrada por las palabras de Jesús: “La paz les dejo, mí paz les doy; no la doy como el mundo la da. No se turbe su corazón, ni tengan miedo.” (Juan. 14:27)

Es una respuesta desde la fe a los “miedos” expresados al contestar el cuestionario enviado por la Comisión de Hermanas Mayores, Provincia de México.

 
Tengo miedo de no ser activamente apóstolica.

Feliz tú, que eres consciente, de que la actividad apostólica no termina con una determinada edad, sino que cambia, con la madurez propia de nuestro momento presente y sigue la alegría, energía y entusiasmo, para responder con la vida a la misión, en la comunidad a la que somos enviadas, siendo fermento de comunión, en lo que se nos ha encomendado.

FELICES LAS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE SERÁN SACIADAS.

 
Tengo miedo de perder la lucidez.

Feliz tú que te das cuenta de los riesgos cuando se avanza en edad y tienes confianza en que una mano amorosa te conducirá por camino seguro, no importa que tú no sepas por donde vas. El Amor de Dios y el amor de tus hermanas, te llevan hacia su Amor infinito.

FELICES LAS LIMPIAS DE CORAZÓN, PORQUE VERÁN A DIOS.

 
Tengo miedo de perder de vista a Dios, sertirlo lejos y ajeno a mí.

Feliz tú, que tienes el valor de recordar que Jesús dijo: “Estaré contigo todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt.28, 20) Que te llene de confianza esta promesa. La oración personal y comunitaria, te ayudan a reforzar tu fe en que Él está siempre tan cerca, que está dentro.

FELICES LAS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLAS ES EL REINO DE LOS CIELOS.

 
Tengo miedo de no ser fiel hasta el final.

Feliz tú, que estás atenta y te atreves a superar las dificultades del camino, que sabes pedir  ayuda a la comunidad, que te recuperas del cansancio para continuar la marcha. Te atreves también a discernir y a cambiar tu ruta, para salir al encuentro del Señor en esta persona que te necesita.

FELICES LAS QUE LLORAN, PORQUE SERÁN CONSOLADAS.

 
Tengo miedo de la soledad.

Feliz tú, que reconoces este sentimiento y lo enfrentas, porque toda tu vida has trabajado, luchado, amado, has sido fiel y solidaria en vida comunitaria y en el trabajo apostólico, nunca serás anónima en la historia de Dios.

FELICES LAS MISERICORDIOSAS, PORQUE ALCANZARÁN MISERICORDIA.​

 
Tengo miedo de depender de otras personas y serles una carga.

Feliz tú, que entregas tu autonomía física, en confianza fraterna, renovando tu “SÍ” dicho y reforzado en comunidad. Porque te das cuenta de tu crecimiento en libertad de espíritu, en total plenitud. Porque eres consciente de tu crecimiento en humildad al recibir lo que gratuitamente hiciste por otros.

FELICES LAS HUMILDES, PORQUE POSEERÁN EN HERENCIA LA TIERRA.

 
Tengo miedo de no aceptar la realidad, a rebelarme al querer de Dios.

Feliz tú, que aceptaste la invitación de Jesús a vivir un estilo de vida, siendo signo de su Reino; para esto tienes el apoyo de la oración y de la comunidad, que ayudan a estar siempre dispuestas para compartir lo que se es y se tiene.

FELICES LAS QUE BUSCAN LA PAZ, PORQUE SERÁN LLAMADAS HIJAS DE DIOS.

 
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La Tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? En todas estas cosas, somos más que vencedoras por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy segura de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.   (Rom.8:35-39)
 
Lourdes de Silva rscj, basándose en las reflexiones de las RSCJs mayores
 
Province: 
Nuestra Espiritualidad: