Janet Erskine Stuart -- La conexión escocesa (extractos)

  • M. Donnelly - foto por K. Colbran nscj (ENW)

En 1895 había cinco conventos y colegios del Sagrado Corazón en Inglaterra y cuatro en Irlanda.  El diario de la casa de Roehampton relata que “había sido desde hace mucho un deseo de Nuestras Madres en París y de amigos de la Sociedad que se fundara una casa en Escocia.”  Y entonces, un día a principios de 1895, la madre Janet Stuart recibió una carta del Padre Bisset, cura párroco en Nairn, pidiendo seriamente una fundación en su parroquia. La Madre Stuart remitió la carta a la Casa Madre en Paris. En pocos días llegó la respuesta, pidiendo que la Madre Stuart escribiese al obispo de Aberdeen para consultarle la conveniencia de hacer dicha fundación.  En su correspondencia con el Obispo Hugh Macdonald, la Madre Stuart mencionaba que “generalmente escogemos centros grandes, donde puede hacerse bien a un mayor número de almas.” Y pidió entonces al obispo si el vería posible un campo abierto a nuestro trabajo en la ciudad de Aberdeen. La respuesta del obispo nos ha llegado en estas palabras: “¿Qué? ¿Ir a Nairn a predicar a los peces del Mar del Norte?, ¡Por supuesto que no! Pero vengan aquí a Aberdeen y ayuden a animar los corazones del pueblo de Granite City mediante la devoción al Sagrado Corazón.”

Así fue que en abril de ese año, la Reverenda Madre Digby, que era entonces Asistenta General, y la Reverenda madre Stuart, Superiora Vicaria de Inglaterra e Irlanda, llegaron a Aberdeen donde fueron recibidas cálidamente por las Hermanas de Nazaret y el Obispo, quien les dio toda la ayuda que estaba en su poder mientras encontraban una casa adecuada.

Cuenta la historia que el cochero que las llevaba se detuvo fuera de “Westwood”, la casa que compraron más adelante, y dijo que esa casa era perfecta para ellas y que había escuchado que se vendería en privado. El obispo estuvo de acuerdo en que ese lugar era para ellas y las dos religiosas recordaron que la Reverenda Madre de Sartorius, la Superiora General, había señalado esa área en el mapa, diciendo que era la más adecuada para sus propósitos. 

El asunto se puso en manos del Sr. John Craigen, un abogado que probaría ser un buen amigo de la Sociedad por muchos años. En junio, el Sr. Craigen escuchó que la propiedad sería puesta en venta, pero probablemente hasta un año más tarde. Cuando la Madre Stuart supo esto, viajó de nuevo a Aberdeen, acompañada esta vez por la Reverenda Madre Thunder, superiora de Roehampton,  y una vez más disfrutó de la hospitalidad de las Hermanas de Nazaret. Sabiendo que el propietario de Westwood estaba ausente temporalmente, las dos religiosas decidieron  ir a dar una vuelta por la casa y averiguar, si era posible, cuándo estaría en venta. Vestidas de seglar, llegaron a la puerta y la doncella que abrió admitió que eran ciertos los rumores sobre la venta de la propiedad. En ese momento,  la Sra. Milne, señora de la casa, llegó inesperadamente y les informó que la casa definitivamente no estaba a la venta. 

Aún así, después de conversar un rato en la puerta de la entrada, las religiosas fueron invitadas a pasar y se les permitió ver algunas de las habitaciones. Mientras miraban, la Sra. Milne admitió que, si se ofrecía un precio adecuado, de hecho estaría dispuesta a hacer un trato. Pero cualquier esperanza que estas palabras les despertaron se vinieron abajo cuando les dijo: “Por favor informen a vuestro abogado que no quiero volver a recibir este tipo de visitas”. 
Cuando empezaron las negociaciones para la compra de la casa, las habilidades del Sr. Craigen superaron todos los obstáculos y solo hasta que el contrato quedó firmado, la Sra. Milne descubrió consternada que las compradoras eran unas religiosas.

Las primeras integrantes de la nueva comunidad llegaron a Westwood la mañana del 29 de noviembre.  Entre los muchos regalos que se recibieron de la Casa Madre, de Inglaterra e Irlanda estaba una gran caja conteniendo una estatua de Nuestra Señora de Aberdeen, un regalo de parte de la Casa Madre en Paris. Así, cuando la Madre Stuart y la Madre Thunder llegaron en la tarde, fueron recibidas en la entrada por dos imágenes: una del Sagrado Corazón y otra de Nuestra Señora de Aberdeen. 

La Madre Stuart nunca hubiera podido anticipar cómo su cariño por esta advocación de Nuestra Señora despertaría la devoción mariana en la Diócesis de Aberdeen. Siguiendo el ejemplo de la Madre Stuart, la comunidad del Sagrado Corazón promovió dicha devoción en sus colegios y también en las parroquias, a través de sus alumnas.

Moira Donnelly rscj

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