Paola Paoli

  • Paola con su madre
  • Paola con su grupo de probación (el tiempo de preparación para los votos perpetuos)
  • Paola con una bebé - foto tomada cuando ella estaba trabajando en los campos de refugiados en el Congo
  • Paola con un grupo de niños en un campo de refugiado
Nací en el centro de Italia, muy cerca de Asís, en una época en la que la gente todavía tenía mucho sentido político y social y se comprometía. Mi familia, como casi todo mi pueblo, era de izquierdas y un poco anticlerical. A pesar de eso, mi hermana y yo recibimos todos los sacramentos porqué mi mama decía que “nunca se sabe.”

Cuando era adolescente, dejé los estudios para ir a trabajar a una fábrica y participar en las luchas de los obreros. Después de algunos años, retomé los estudios y me hice enfermera. ¡Me gustaba mucho!

Conseguí trabajo en un hospital un poco lejos de mi pueblo y me fui a vivir a otra ciudad. Conocí personas muy diferentes a las que yo estaba acostumbrada. Entre ellas estaba la que ahora es mi mejor amiga. Era una persona muy comprometida a nivel de fe, yo le tomaba el pelo y sin embargo, nos queríamos mucho. Empecé a conocer a sus amistades, a acompañarla en los momentos de oración. Me gustaba ese rostro de la Iglesia y empecé a sentir una cierta atracción por la vida de fe.

Siempre me gustó contemplar la naturaleza y muchas veces sentía la necesidad de irme sola a pasear a la cumbre de una montaña. Un día, me propusieron ir a las montañas de Gubbio donde había una ermita donde vivían algunas mujeres. Para mi fueron días muy importantes donde tuve una gran experiencia con Dios. Desde entonces, cada vez que podía, me iba a la ermita hasta cuando decidí pasar un tiempo más largo. Tuve la posibilidad de profundizar la Biblia, la relación con Dios y de observarme a mí misma. 

Después de unos meses, sentí que ya estaba lista para regresar entre la gente. Necesitaba trabajar y quise hacer una experiencia de compartir la vida con personas más pobres. Me fui a trabajar de campesina recogiendo hojas de tabaco y compartiendo la vida con jóvenes del Norte de África y mujeres italianas más pobres. Fue éste el momento en el que decidí que quería ser una hermana para vivir cerca de la gente que necesita la cercanía de las personas, que de alguna manera,representan la Iglesia. Para mí fue el momento de tomar una decisión. Alguien me habló de los Ejercicios de San Ignacio, me presentaron a un Jesuita y él me invitó a Roma para los Ejercicios. Mi alojamiento estaba en un lugar que se llamaba Villa Lante, una casa de las Religiosas del Sagrado Corazón.

Durante esos días,  en la casita del parque que estaba al lado de la casa principal estaba el noviciado. Las hermanas acogían jóvenes y me recibieron allí. Me sentía muy a gusto con las hermanas. Era el año 1994. Sabía que la Congregación acababa de terminar un Capitulo y un día encontré un librito del

Capítulo sobre la mesa y me puse a leerlo. Me quedé enganchada a lo que estaba escrito y cuando leí “La dimensión eucarística de nuestra espiritualidad” me pareció encontrar el lugar donde poder vivir mi deseo de contemplación y mi entrega a los pobres. 

Después de unos meses, entré en el Sagrado Corazón. El noviciado no fue fácil, mis padres se enfermaron y murieron los dos en poco tiempo.

Mi apostolado ha sido siempre con personas marginalizadas: personas sin hogar, drogadictos, niños maltratados y abusados, mujeres víctimas de trata, enfermos de SIDA…. Pronto comprendí que necesitaba herramientas para evitar involucrarme demasiado y no olvidar mis problemas mirando los problemas de los demás... ósea que para ayudar de verdad, tenía que adquirir profesionalidad y entonces, decidí estudiar en la universidad estudios de Educadora Profesional.

Antes, encontraba a Dios en la naturaleza, en el silencio y en la armonía. Pero con el tiempo, he tenido la gracia de descubrir a Dios donde parece que no está. Allí donde hay miseria, violencia, pobreza.... donde hay un gran vacío. Pero, cuanto más grande es el vacío, más grande es el Amor de Dios que llena ese vacío.

Me encanta nuestro Carisma de descubrir y manifestar el Amor, pienso que es lo que el mundo necesita, sobre todo ahora que vivimos tiempos difíciles. Pienso que siempre es un desafío vivirlo hoy, concretamente y ahora.

He tenido la posibilidad de vivir en otras Provincias de la Sociedad del Sagrado Corazón:  en Chile, en Colombia, y recientemente en Irlanda. En cada experiencia guardo en mi corazón la gratitud hacia las hermanas y la gente que he encontrado. Hoy en día, gracias a los medios de comunicación, hay relaciones que se mantienen a pesar del tiempo y de la distancia.

Desde el 2012 hasta el 2014 viví en la República Democrática del Congo trabajando en los campos de refugiados con JRS (Jesuits Refugees Service). A pesar de haber tenido cinco malarias y de estar en medio de conflictos armados, he tenido una experiencia maravillosa. He gozado la realidad de que el Amor verdadero tiene dos caras: el dado y el recibido. Si las personas me han querido tanto significa que han recibido Amor.

En octubre 2015, empezaré una nueva experiencia en Sicilia con los migrantes. En una comunidad internacional e intercongregacional, como ha querido la UISG (Unión Internacional de Superiores Generales). Estaremos tres RSCJ de Europa: Florence de la Villeon, Maria Gazcol y yo.

Me alegra pensar que puedo hacer algo concreto en Italia con otras hermanas y sobre todo, con hermanas del Sagrado Corazón. En la Sociedad se está hablando mucho de la reconfiguración de Europa y me parece que esta experiencia nos indica el sendero que tenemos que seguir: hermanas que responden a una misión, disponibles a ir dónde se las necesite. Les agradezco a Kathleen Conan, nuestra Superiora General, y a Maria Teresa Devoto, la Provincial de Italia, por esta oportunidad.

 
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