(Centre Sophie Barat: http://centre-sophie-barat.com/Espanol)
Paciente y sosegado llegó el día en julio de visitar Joigny en la región borgoñesa de Francia. El cálido verano invitaba a recorrer pueblitos y villas que me confirmaban que la bella Francia es más que París. Pude haber seleccionado otro destino pero una madrugada del mes de febrero algo providencial me iluminó el corazón y conmovida por esa voz interior decidí hacer este recorrido.
Me enternecía conocer la casa donde nació y se crio Santa Magdalena Sofía Barat. Llevaba tiempo leyendo sobre su persona, postulados y principios. Sin embargo, para conectar con Sofía – como le gustaba la llamasen – había que poner un pie en Joigny y dejarse transportar a otra dimensión donde el tiempo no existe.
Sofía y yo llevábamos meses conversando en abstracto. Me gustaba la idea de ir instruida a Francia para hacer preguntas profundas. Entonces los planes sobre la profundidad allí se transformaron y dejé atrás por unos días el peso de las dudas, las inquietudes de la mente y el tanto pensar. Solo mi corazón podía ver, sentir, palpar y olfatear lo que allí ocurrió.
Nunca había experimentado jardines de flores con rosas, lirios, margaritas, lavanda y otras. Cada rincón de esos jardines me conectó con los atributos que Sofía deja en su obra – la voluntad, el optimismo, la sensibilidad. Era un mítico encuentro entre la sapiencia, la belleza y el espíritu de bienestar. La caminata entre flores me llevó de nuevo al encuentro de una Sofía firme pero compasiva, líder inspiradora del corazón de Jesús y llena de resiliencia ante las lecciones aprendidas.