¡Despertar al Mundo! Celebrando el Año de la Vida Consagrada (M. Cimperman)

Una invitación: En anticipación del Año de la Vida Consagrada, fui invitada a considerar tres preguntas que emanan de las llamadas que nos hace el Papa Francisco. La primera y la segunda de estas cuestiones provienen del bien conocido desafío que nos hizo el Papa Francisco a Despertar al Mundo!

1:  ¿De qué debe despertar el mundo? (Despertar, ¿de qué?)
2:  ¿A qué debe despertar el mundo? (Despertar, ¿a qué?)
 
La tercera pregunta viene de las dos focos, “alégrate” y “consuela”, del Alégrate!, el cuadernillo basado en las palabras del Papa Francisco que ofreció a los religiosos La Congregación para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.
 
3:  ¿Cómo vas a ofrecer  tu carisma, muy particularmente este año, para consolar y alegrar?

Una invitación para TI: La llamada es para toda persona que vive la vida consagrada a mirar el mundo que nos rodea, considerar el don del carisma y la vocación que cada una hemos recibido para la Iglesia y el mundo, y considerar cómo podemos ofrecerlo de algún modo particular durante este Año de la Vida Consagrada. Ofrezco aquí algunos frutos de la oración, la reflexión y la conversación. 

Te invito a reflexionar sobre estas preguntas, tanto personalmente como en común. A que consideres tener esta conversación con tus comunidades tanto local como más amplia y de manera intercongregacional también. La llamada del Papa Francisco es para que todos nosotros continuemos discerniendo los signos de estos tiempos mientras vivimos la alegría del Evangelio. Mira y escucha a qué te invita a ti, a tu comunidad local y a tu congregación. Finalmente, considera cómo puedes compartir tus respuestas ¿Dónde puedes ofrecer tus respuestas como una forma de proclamar la Buena Noticia de Dios?

 
 
Foto por Maria Cimperman rscj
 

“Despertar al Mundo!” ¿De qué?

Despertar al mundo a la luz de nuestra llamada a ser profetas es bastante poderoso. El Papa Francisco nos recuerda que “la radicalidad Evangélica no es solamente para religiosos: se le pide a toda persona. Pero los religiosos siguen al Señor de una forma especial, de una forma profética. Es este testimonio el que espero de vosotros. Los Religiosos deben ser hombres y mujeres que son capaces de despertar al mundo”. Los Profetas escuchan la Palabra de Dios y hablan de ella. Los Profetas nombran cómo y en qué nos hemos desviado de la visión que Dios tiene de un mundo de justicia y paz y nos recuerdan esta visión constantemente, esta invitación de Dios. 

Sabiendo que la llamada Despertad! es para nosotros tanto como para el mundo, aquí ofrezco tres lugares donde escucho una llamada a despertar al mundo. Las dos primeras son respuestas a la realidad que nos rodea que incorporan dos extremos: la parálisis y la actividad incesante. Cuando vemos tanta vulnerabilidad y devastación en el mundo de hoy, desde el cambio climático hasta ardientes conflictos y guerras abiertas, el miedo y la desesperación pueden echar raíces en nosotros y paralizarnos, en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Si pienso que soy responsable del mundo que me rodea, verdaderamente me sentiré paralizada por mi engaño, por haber olvidado quién soy y quién es Dios y que Dios está íntimamente en todo. 

Puedo también sentirme paralizada cuando lo que veo frente a mí no deja espacio para otra perspectiva o reflexión. Imagina que miras un cuadro con tanta proximidad que solo hay una pulgada entre tu nariz y la imagen. Esto dispararía la alarma de cualquier museo. Si hiciéramos esto con la gente con que nos encontramos, también, comprensiblemente, se distanciarían de nosotros. No podemos ver bien desde esa distancia. No puedo ver límites, o ventanas de posibilidad en ese espacio, no hay sitio para los movimientos de Dios entre lo que veo y yo misma. Si no me distancio un poco para poder ver realmente, puede parecerme que no tengo ningún impacto y, por lo tanto, minusvalorar mis propias capacidades y los movimientos de Dios. Más allá de la parálisis, y entre espacios, hay esperanza. 

El otro extremo es actividad incesante, incluso frenética. Cuando no ponemos un final a nuestra actividad, corremos el riesgo de pasar por alto lo que está justo en frente de nosotros. Corremos por la misma ruta una y otra vez pero no vemos nada nuevo, solo lo que ya vimos la primera vez. De hecho, vemos menos cada vez porque pensamos que ya sabemos lo que está ahí y ahora buscamos el lugar siguiente, a menudo aumentando nuestra velocidad porque sentimos que no tenemos tiempo. Janet Ruffing, RSM, habló de esto hace años llamándolo “el demonio de la ocupación” (las comillas se refieren a un juego de palabras en inglés intraducible literalmente en el que la palabra busy (ocupado; busyness) se transfiere al lugar de la palabra business (negocio, asunto), y pienso que puede ser incluso más pernicioso y peligroso hoy en día.

Esta actividad incesante puede conducirnos a una mentalidad de que más bombardeo con más repetición de las mismas “esta es la ley, esta es la verdad” tendrán un poder de convicción y de mantenerse en el tiempo. Es lo opuesto a una actividad reflexionada . Falta profundidad, una profundidad que se hace visible si volvemos a mirar con los ojos abiertos a lo que todavía no podemos ver. En este punto, Adolfo Nicolás, SJ, habla de la globalización de la superficialidad. Perdemos  lo que subyace a tanta actividad, que puede ser miedo, o desespero. De nuevo, aquí, es necesaria la esperanza. La esperanza Cristiana se enraíza en lo real, pero deja espacio para el cambio y la creatividad porque Dios está en esa actividad. La esperanza nos encuentra cuando somos reflexivos, buscando actuar como Dios actúa, buscando amar como Dios ama. La actividad incesante y la superficialidad que promueve se disipan con la atención. La espera atenta del Adviento, la anticipación, es una imagen de tal esperanza. 

Tercero, necesitamos Despertar de la ilusión de que la gente puede vivir en islotes aislados de asistencia. Nos olvidamos de que somos “un mundo”. La crisis del Ebola es una lección viviente de esto. El virus es muy virulento, mortal, y no hay lugar que no pueda ser afectado, incluidos los Estados Unidos. Sin embargo nuestra respuesta ha sido poco clara, olvidando que el modo de prevenir que el virus alcance a la gente de Estados Unidos es prevenir que el virus alcance a gente en cualquier sitio del mundo, incluyendo las regiones altamente afectadas de Sierra Leona, Guinea y Liberia. El médico y defensor de la justicia global Paul Farmer nos recuerda que el 90% de la gente infectada con el virus debería sobrevivir, tal como pasa en los Estados Unidos. Pero esto no es lo que está pasando, ya que requiere estructuras, personal y suministros  que han llegado con mucha lentitud adonde más se necesitan. 

Nociones relativas a islas de asistencia desconectadas nos tientan a olvidarnos de nuestra humanidad común. En el precioso libro “En compañía de los pobres”, Gustavo Gutiérrez, OP y Paul Farmer nos recuerdan que en la realidad actual no hay un “primer”, o “segundo”, o “tercer”, o “cuarto” mundos sino solamente “un mundo”. O, como nos recuerda uno de mis estudiantes de Togo, “todos sangramos en rojo”. 

 
“Despertar al mundo!” ¿A qué?

Me siento agradecida de que los profetas no solamente nombren en qué estamos lejos de la visión de Dios, sino que también nos ofrezcan un sentido de cuál es la visión de Dios. Como religiosos hoy en día, percibo que somos llamados a despertar el mundo a tres llamadas: encuentro; imaginación y creatividad religiosa; comunidades de comunión. 

Estamos llamados a un encuentro. Un encuentro significa profundidad en lugar de una reunión superficial. Este Año de la Vida Consagrada nos está llamando a todos a una mayor profundidad, al encuentro. El encuentro es, en primer lugar, con Dios. El Papa Francisco dice varias veces, al principio de Evangelii Gaudium que estamos invitados a un encuentro con Jesús. “Invito a todos los Cristianos, en todas partes, en este mismo momento, a un encuentro personal renovado con Jesucristo, o al menos a una apertura a dejarle a El que se encuentre con ellos”. El encuentro es con Jesús, que nos acepta como somos. El nuestro es un Dios que solo puede amar, cuyo nombre es Amor. El Encuentro es nuestra llamada, enraizada en nuestro bautismo con todo el pueblo de Dios. Estamos llamados a despertar al mundo a un Dios que es Amor y que nos crea como amor y para el amor. El encuentro se produce tal como somos, con nuestras heridas, vulnerabilidades y dolor (“lo que he hecho y lo que he fallado en hacer”) así como con nuestras esperanzas, sueños y deseos (“amaos unos a otros como yo os he amado”, “la verdad y la justicia se encuentran, la justicia y la paz se besan”). Es esta relación, este encuentro, lo que nos ancla y nutre para que podamos trabajar hacia la transformación de los sistemas y estructuras que son injustos tanto como abrirnos a la transformación de Dios en todos nosotros.

 
     
               RSCJ Encuentro en Brazil
 

El Encuentro es también de unos con otros. Brasil es el lugar en el que caí en la cuenta por primera vez del poder del encuentro. Estaba allí precisamente para un encuentro con otras 15 personas de mi comunidad. Dos de nosotras éramos de los Estados Unidos y el resto eran de Latinoamérica. El idioma que usamos durante un mes fue el Español. Mi español podría describirse con misericordia como de “principiante”. ¿Cómo puede alguien con solamente un Español tan básico tener un encuentro? Viendo. Escuchando las palabras y, más allá de las palabras, las caras de las personas y el tono de su voz. Porque la otra persona elige también el encuentro. ¡Qué diferente se ve la vida cuando hay encuentro!

En Brasil, los encuentros me sucedieron en tríos, cuando cada persona miraba a la otra que hablaba; esto significaba que las otras hablaban con lentitud suficiente para que yo pudiera entenderlas y que esperaban cuando yo necesitaba ayuda del Traductor de Google o rellenar mis lagunas con gestos de las manos y la cara. Al final de las dos primeras semanas, podía mirar a mis hermanas y darme cuenta de que conocía algo de lo que más le importaba a cada una. ¿Sabría más si hubiera podido entender más y hablar mejor? Por supuesto. Sin embargo, creo que escuché y oí de forma diferente, y lo que teníamos en el corazón se expresó porque estábamos comprometidas a estar unas con otras, a escucharnos y entendernos mutuamente en las circunstancias en que nos encontrábamos. 

Abriéndonos al encuentro, despertamos al potencial de la comunidad, y con esto despertamos al mundo a la segunda llamada: a crear comunidades de comunión. Enraizados en Dios y abiertos al encuentro con nuestro prójimo, somos más capaces de ver la unidad que somos en Dios, incluso en medio de una gran diversidad. Llegamos a ver que no solo todos somos acogidos – todos somos necesarios. La llamada es a encontrar formas de vivir nuestra humanidad global común.

Esto no significa que crear comunidad será fácil, solo que es necesario. Parte del despertar consiste en caer en la cuenta de que hay algo muy profundo en nuestra humanidad que nos conecta. Una de nuestras hermanas Brasileñas ha pasado unos 30 años en el Amazonas con el pueblo Myky. Esta hermana compartió que la lengua Myky no tiene una palabra para nuestro vocablo “vivir”. La única palabra que tienen para ese concepto es “convivir” -  vivir juntos. Solo podemos vivir si vivimos juntos.

 

 La autora Maria Cimperman rscj​, con Phil Tiernan rscj (RIP) y Juliet Mousseau rscj
 

Como sabemos, aunque esto es algo esencial, no es fácil. En una conferencia y peregrinación centradas en Janet Erskine Stuart, RSCJ, durante el pasado verano en Inglaterra, me encontré con Phil (Filomena) Tiernen, una de nuestras hermanas Australianas. Era alguien sorprendente. En los breves diez días con ella experimenté un encuentro. No solamente quería conocerme, como yo a ella, sino que fue capaz de hacer surgir lo mejor de mí misma. Quería que nos mantuviéramos en contacto y que continuáramos nuestras conversaciones sobre la vida religiosa. Tres semanas más tarde ella viajaba en el avión que fue alcanzado por un misil sobre Ucrania. Phil y yo habíamos conectado, y en profundidad, y ahora sentía que ella me llamaba a conectar con una tierra y una gente de la que sabía muy poco. Mi vida y la de la gente de Ucrania y Rusia están ahora unidas inextricablemente. Ahora estoy también ligada a toda la gente que viajaba en ese avión, así como a sus seres queridos. Todavía no sé qué hacer con todo esto, y el Adviento me invita a una espera atenta incluso en mis tareas cotidianas. Sin embargo, sé que en la liturgia del Domingo después de su muerte, escuché “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre, entregada por vosotros” de una forma diferente. Escuché también a Phil decirme y decirnos a todas, “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre, entregada por amor”. Ella me llama a leer estos signos y estos tiempos con el evangelio del amor. Pido cada día estar abierta. 

Tercero, estamos llamadas a despertar al mundo con nuestra imaginación y creatividad religiosas. . Juntos podemos crear el mundo que Dios desea, el mundo que nosotros mismos deseamos. Estamos invitados a “posibilitar”. La imaginación religiosa, enraizada en Dios y fomentada en comunidades de esperanza, puede dar lugar a cambios a una escala global. John Paul Lederach, Philip Keane, SS y otros nos recuerdan el poder que tiene nuestra imaginación Cristiana para crear nuevas formas de vernos y de relacionarnos unos con otros. ¿Qué sucedería si, como sugiere Lederach, considerásemos los conflictos como paradojas en lugar de cómo polaridades, por lo tanto invitando a más posibilidades en lugar de a erigir muros? La esperanza y la imaginación están íntimamente conectadas y, como Cristianos, nuestra esperanza es en nuestro Dios. Desde este horizonte vemos que la transformación es posible y que podemos arriesgarnos a amar una y otra vez porque somos amados. 

 
Alégrate y Consuela

Estamos invitados a preguntarnos. La pregunta es un elemento poderoso de la imaginación porque con ella te abres a posibilidades nuevas. Invitas a la creatividad. Cuando un grupo o una persona empieza a ponderar algo con “me pregunto…”, hay muchas posibilidades abiertas. Os invito a preguntaros: ¿Cómo podemos ofrecer nuestro carisma para consolar y para alegrar? En este Años de la Vida Consagrada, ¿cómo podemos consolar? ¿Cómo podemos ofrecer nuestro carisma para alegrarnos? ¿Cómo sería mi vida incorporando esto? ¿Mi comunidad? ¿Mi Congregación?

Lo que sigue son ejemplos sobre cómo podemos consolar y cómo podemos alegrarnos al ofrecer nuestro carisma. Dado que carisma es un don del Espíritu para la Iglesia y el mundo de hoy, la invitación es a considerar cómo podemos participar en llevar a cabo el reino de Dios de amor y paz a través del don de nuestros carismas. Ofrezco aquí algunos ejemplos desde mi propio carisma. 

Aunque hay muchas formas de preguntarse desde mi propio carisma, he elegido algunas secciones de las Constituciones de la Sociedad del Sagrado Corazón para orientarme mientras ponderaba estas cuestiones. Os invito a hacer lo mismo con vuestros propios documentos congregacionales.

 

El Sagrado Corazón
Photo by Maria Cimperman rscj
 
 
Consolar: ¿Cómo podemos ofrecer nuestro carisma para consolar? 

La misión de las RSCJ es dar a conocer la revelación del amor de Dios, cuya fuente y símbolo es, para nosotras, el Corazón de Cristo. Nuestro carisma, por tanto, nos llama descubrir y manifestar el Amor de Dios y a ser el Corazón de Cristo en el mundo hoy. Así que, me pregunto, ¿cómo podemos consolar? Nuestras constituciones dicen: 

“El corazón traspasado de Jesús nos abre a la profundidad de misterio de Dios y al dolor de la humanidad y nos hace entrar en su único movimiento: adoración al Padre y amor a todos, especialmente a los pobres” (C 8).

Dos llamadas emergen de ahí. 

Nombrar lo que vemos. Los profetas oyeron la voz de Dios y los gritos del Pueblo de Dios. Debemos escuchar, oír, y dar a conocer los gritos de nuestra humanidad herida y nuestra tierra herida. Debemos nombrar el sufrimiento. Demasiado a menudo la gente sufre en silencio y sus gritos no se escuchan donde deben ser escuchados. Las lamentaciones son parte de nuestra tradición Judeo-Cristiana. Lamentarnos, nombrar lo que no debe ser, es posible porque somos gente de esperanza. Lamentamos porque creemos que mucho más es posible. Si no tuviéramos esperanza, simplemente desesperaríamos. Lamentamos porque esperamos. 

El amor no está en lo abstracto, sino en lo particular, … así que el amor nos llevará a hacer causa común con los pobres. ¿Cómo podemos amar así? Escuchando atentamente, dejando espacio para encontrarnos. Solidaridad significa que las alegrías y esperanzas, los gritos de angustia de mis hermanos y hermanas, son también míos. Mi humanidad es degradada o enaltecida cuando lo es la de otra persona. La muerte de Phil Tiernen por un misil me llama a escuchar mucho. Lamento toda la gente involucrada en esta guerra: la gente de Ucrania y de Rusia inmersa en esta guerra, creando misiles de guerra, disparando y siendo disparados. La violencia y el conflicto están también presentes en mi ciudad. Siento que la muerte de Phil Tiernen, si lo permitimos, es una poderosa llamada a mi comunidad para considerar el conflicto, la violencia, el perdón y la reconciliación. ¿Cómo manifestamos el amor de Dios en lugares de conflicto y violencia?

Una tercera llamada viene del párrafo 32 de nuestras Constituciones: 

“Queremos ser comunidades que disciernes y que viven a la escucha del Espíritu, dóciles a El. Esta actitud nos hace más sensibles a los sufrimientos y esperanzas de nuestros hermanos, nos ayuda a responder mejor en nuestra misión a las llamadas de Dios en la realidad y a hacer opciones más coherentes con el Evangelio”.

Me pregunto: ¿Hemos valorado recientemente todas nuestras tareas apostólicas actuales a la luz de las necesidades no resueltas de nuestro tiempo? Hacer algo así puede afirmar y confirmar los lugares en los que estamos ahora y quizás puede también abrirnos a otras necesidades presentes. 

Una congregación con la que trabajé recientemente escuchó una llamada a discernir hacia dónde les estaba llevando el Espíritu a la luz de su carisma de reconciliación. Con coraje y confianza en la llamada de Dios, discernieron continuar en algunos lugares apostólicos, pero en algunos sitios, bendijeron y comisionaron a otros que trabajaban con ellas a continuar ofreciendo el carisma allí mientras la provincia se movía a nuevas ubicaciones, a nuevas fronteras de violencia. 

Personalmente es posible que me sienta llamada a ofrecer mi tiempo de otra forma. A unas pocas millas de mi relativamente serena calle hay vecindarios con mucha violencia callejera y bandas armadas, a las que los jóvenes son particularmente vulnerables. ¿Qué tareas apostólicas actuales hay en estas áreas en las que podría participar y ofrecer testimonio? ¿Hay ya otra gente trabajando aquí donde yo pueda contribuir? ¿O es esta una llamada a ser creativa?

 
Alégrate: ¿Cómo podemos ofrecer nuestro carisma para alegrar?

Nuestras Constituciones dicen: 

“La comunidad se esforzará en crear un clima que favorezca la experiencia de Dios y que nos ayude a compartirla entre nosotras y con los demás” (C 26). 

Ofrecer invitaciones y oportunidades de rezar es una forma de abrir y ofrecer nuestra propia vida. Dado que este Año de la Vida Consagrada es también un año jubilar en que celebramos 50 años desde el Vaticano II, pienso ¿podríamos encontrar formas de ofrecer a nuestra familia extendida del Sagrado Corazón más oportunidades de retiro, de acercarnos a nuestro Dios y a nuestro carisma común? Esto podría extenderse a una comunidad incluso más amplia, acogiendo a todos. Estas oportunidades podrían ser un regalo de jubileo. 

Cuando compartimos así, compartimos los dones que Dios nos da, y esto nos lleva a alegrarnos de todo lo que Dios hace en nuestras vidas. Todo el mundo puede participar en esto, desde los más jóvenes a los más ancianos. Una de nuestras hermanas mayores nos ofreció recientemente “Orar a los 93”, un precioso testimonio personal, de mirada amplia, honesto, global. Aquí tenéis dos imágenes de este regalo que nos hizo: 

Es como respirar -  algo que hago sin darme cuenta, aunque sé muy bien cuándo dejo de hacerlo! Respiro en armonía con la propia respiración de Dios hacia nuestro sorprendente planeta – tan precioso que nos deja sobrecogidas muchas veces. En otras ocasiones afirmo mi creaturidad y uso las palabras del Salmista para gritar “O Dios, mi Dios, qué maravilloso es tu nombre sobre toda la tierra”. Y sé que haciendo esto Dios escucha mi voz. Este sentido de que Dios personalmente se involucra en mi oración es algo relativamente nuevo. La bendición silenciosa brota sin que me percate de cómo lo hace, y me pierdo en el misterio, como un astronauta en el espacio exterior. 

Chesterton dijo una vez que si algo merece la pena que se haga, merece la pena también hacerlo no del todo bien. A menudo pienso esto cuando me siento a rezar. Mi mente y mi imaginación persisten aseteándome incluso cuando escucho al Espíritu decirme: “pacifícate y cae en la cuenta de que soy Dios”. Últimamente, en lugar de intentar centrarme, sigo la danza y encuentro que siempre me conduce a algún rincón del mundo real en donde Dios está esperando: un cuartel en Afganistán donde un soldado forcejea con un demonio diciendo: “termina con todo”; o una habitación en mi pasillo donde alguien trata de recordar el camino hacia el comedor. 

Nos sentimos atraídos a la oración, y compartir esta relación íntima, incluso brevemente, nos invita a mayor profundidad. Esto es así tanto si tenemos 23 como 93 años. 

Valorar la diversidad … compartiendo nuestras narrativas de perdón y reconciliación, así como los diferentes dones que tenemos entre todos. 

Una segunda posibilidad para alegrarnos me vino mientras leía, “Enraizadas en El por la contemplación queremos ser fermento de comunión” (C 6).  Estaba pensando en cómo podemos ser mujeres y hombres que creen comunión cuando me encontré con alguna orientación práctica: 

“Vivir en un clima de confianza, compartir nuestras experiencias de vida y nuestra oración, querernos y sernos fieles, nos harán sentir la alegría de vivir juntas, acogiendo nuestras riquezas y valorando nuestras diferencias de cultura y mentalidad. La búsqueda de una auténtica vida fraterna nos llevará a renunciar a nuestro egoísmo y a superar los momentos de tensión y nos abrirá al perdón y a la reconciliación”  (C 31). 

Una parte del gozo es compartir cuando superamos desafíos. Me pregunto ¿qué diferencia marcaría compartir historias de comunidades y personas que trabajan sus conflictos? Algunas veces parecen enormes cuando pensamos que somos los únicos que tenemos dificultades. Cuando celebramos las diferencias y los conflictos que hemos superado juntos somos testigos de los esfuerzos por la paz. 

Hace años estaba en medio de un conflicto que no parecía capaz de superar y, en un momento, simplemente pensé que así es como es la vida y que a veces hay personas con las que simplemente no podemos llevarnos bien. Me sentí dispuesta a aceptar esto. Entonces me di cuenta de que tenía asumido un error, un punto ciego: estaba buscando que la otra persona fuese a mi imagen y semejanza. Olvidé que la gente está hecha, realmente, a imagen y semejanza de Dios! La diversidad es la diversidad de Dios. Desde luego habrá conflictos en medio de tal diversidad. Pero cómo veo a la otra persona habla de hacia dónde va un conflicto. Esta conclusión cambió mi relación con la persona en cuestión y desde entonces hemos trabajado juntas. 

Crear comunidades de comunión no garantiza la paz, pero es un paso hacia ella. Valora al otro como hijo amado de Dios y ve la diversidad como un don y no como una diferencia que hay que eliminar, cambia cómo nos vemos a nosotros mismos y a los demás. 

La muerte acontece a aquéllos que buscan participar en la construcción del reino de Dios, el modo de Dios en todo. Sin embargo, sabemos que la muerte no es el final. Somos gente de la Resurrección. Ese es el Misterio Pascual que se despierta en nosotros cada vez que elegimos apoyar a la gente que está oprimida, marginada, tratada como algo inferior a un don de la maravillosa creatividad de Dios. Cuando miramos a nuestro alrededor, vemos que todavía hay gente en la cruz hoy en día. Nuestra llamada es a despertar el mundo a la gente en la cruz y trabajar para que se detenga tanto sufrimiento innecesario. Nuestras vidas deben dar testimonio de esto; participamos en despertar al mundo porque nosotros mismos hemos sido despertados por la gracia de Dios. 

Vivir la disponibilidad radical

Nuestra provincia terminó recientemente una serie de encuentros de oración y de diálogo. En uno de ellos, una hermana dijo que después de rezar con nuestro nuevo documento sobre la formación a lo largo de toda la vida, se sintió como si hubiera “entrado de nuevo”. Una mujer con votos durante al menos 50 años se encontró comprometiéndose de nuevo e incluso escribió al equipo provincial para ofrecer su disponibilidad para cualquier lugar y tarea para la que pudiera ser necesaria. Algo similares cierto para estudiantes de nuestra escuela de Nueva York, que en la clase de matemáticas empezaron a diseñar manos protésicas y, utilizando una impresora 3D, las crearon para otra gente joven. Encontraron una necesidad no resuelta y se empeñaron en ella con todo su ser. 

Yo también estoy invitada a una radical disponibilidad, un Suscipe a Jesús vivido a través de mi carisma en la vida religiosa para la Iglesia y para el mundo.

Todas estas son invitaciones llenas de esperanza, que miran al mundo que nos rodea y ofrecen nuestro carisma de ser el amor de Cristo en el mundo de hoy. Nuestro éxito no es lo que importa, pero el esfuerzo sí. Dios realiza la transformación -  la nuestra y la del mundo. Nosotros buscamos participar - con amor, en despertar al mundo, consolar y alegrarnos.

Maria Cimperman rscj

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la Información (Vol. 23, Iss. 4, invierno de 2014).  Las agradecemos a la Conferencia de Formación Religiosa por darnos permiso para traducir y publicar esto en rscjinternational.

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