Karla Núñez

Soy Karla Núñez, de la provincia del Perú. Nací en Lima el 30 de diciembre de 1970, pero mi niñez y adolescencia la viví en Piura, al norte del país. Al terminar la secundaria tuve que viajar a Lima para continuar los estudios superiores.

Somos dos hermanos que aprendimos, de nuestros padres, a ser “casa abierta”; en donde siempre había lugar para el otro. Desde pequeña crecí experimentando de manera natural la acogida a distintas personas, quienes se integraban desde el inicio a la familia, con el mismo trato que a nosotros. De ahí que el texto que siempre encuentra resonancia en mi vida es “cuanto hiciste a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hiciste” Mc.25,40

Mi primer contacto con la Congregación fue al estudiar la carrera docente en la Universidad Femenina del Sagrado Corazón.  El trabajar en un colegio nuestro, Chalet de Chorrillos, me ayudó a confirmar el llamado del Señor para seguirlo, pues cada día que transcurría en este espacio educativo, me iba identificando con la Espiritualidad y Carisma de la Sociedad; no sólo encontraba sintonía con mis deseos, sino que se reavivaba con fuerza mi experiencia fundante de sentir al Señor en los niños y los pobres.
    
Desde que inicié mi experiencia de formación religiosa, no ceso de agradecer al Señor por haberme permitido palpar de cerca la misión de mi Provincia. He tenido la oportunidad de vivir la misión en distintos contextos urbanos marginales y/o rurales, en Lima y provincias. Experiencias apostólicas que me hicieron constatar el amor fiel del Señor, nuestro sentido educador vivido desde los sentimientos del Corazón de Jesús.
    
La misión en Bambamarca me llevó saborear y gustar al Dios encarnado que se manifiesta en nuestra vida, en la sencillez de la vida cotidiana, en la calidad de las relaciones, en el campo con las mujeres y los niños. Esta primera experiencia de servicio apostólico como joven profesa, resultó muy significativo, pues experimenté cómo se hacía realidad el pedido de nuestra Santa Madre: brindar lo mejor de nosotras a los que menos tienen y en especial a la mujer.

Me significó todo un reto el trabajar con adultos en el programa no escolarizado que tenemos como misión. Este servicio fue todo un aprendizaje enriquecedor pues fui aprendiendo a orientar el trabajo educativo con un currículo especial que responda a las necesidades de una formación campesina para el campo y desde el campo, articulando las áreas mediante el método dialéctico a promover la equidad de género, ante una sociedad campesina con principios “machistas” muy marcados.
    
Un nuevo servicio apostólico me sale al encuentro: “Jaén”. Experimenté desde el inicio a un pueblo que con su juventud, alegría y acogida, mantiene viva su fecundidad apostólica.
    
Me significó todo un espacio de formación en mi ser misioneroal iniciar una experiencia cargada de novedad con los jóvenes estudiantes Awajum y Wampis. Este servicio intercongregacional me permitió a saber acompañarlos en el proceso de inserción de los aguarunas a la ciudad de Jaén. Por ello desde el Centro Waymaku se ofrecía espacios y posibilidades para promover, revalorizar y difundir su cultura, de formarse a nivel profesional, humano y cristiano a fin de que al volver a su zona de origen tengan capacidad de liderazgo.

El trabajar en Tinta, en un tiempo cortito pero significativo a la vez, me ayudó a experimentar con fuerza a un pueblo del sur andino que con su riqueza cultural y tranquilidad, Dios se manifiesta en el silencio de la brisa suave, invitándome a crecer en vida interior. Es en este lugar donde siento con fuerza la necesidad de una mayor preparación teológica y profesional para poder brindar un mejor servicio en la formación integral de los jóvenes.
    
Retornar nuevamente al Chalet de Chorrillos después de un tiempo privilegiado de experiencias diversas me ayudó a renovar mi sentido educador. Trabajar con las niñas me hace revivir las palabras de nuestra Santa Madre: “le serán madres” ya que siempre me invita a brindarles cariño y protección.
    
Este último tiempo vivido en El Agustino, ubicado en una zona marginal de Lima, carente de recursos, me ha permitido contar con un espacio de preparación para la Probación. El poder integrar la formación teológica que iba recibiendo en la Universidad con el trabajo pastoral con niños muy pobresme hizo calar hondo la presencia del Dios de la vida en los preferidos de su corazón: los pobres; aprendí a gozar y disfrutar la vida con muy poquito, a descubrir que tienen un corazón grande para compartir desde su pobreza, a darles mucho cariño y amor.

Realmente me siento muy querida por el Señor por sus diversas manifestaciones de amor gratuito e incondicional evidenciado en muchos detalles como la de poder apoyar a mi Provincia en la Pastoral Vocacional que me dio la oportunidad de revivir, renovar y fortalecer el llamado del Señor en el hoy y aquí. En este tiempo, " camino a la Probación," la vivo como un espacio de gracia, por todas las vivencias que el Señor me hace experimentar.

Estar en Malta me significa gozar de la presencia del Señor, por la acogida, el cariño de las hermanas que me hablan de nuestro “cor unum”, un solo corazón y una sola alma, apreciar “la riqueza de la internacionalidad” que me lleva a conocer, acoger, apreciar y querer una nueva cultura. Esta hermosa Isla, en donde la calidez y cercanía de su gente, la tranquilidad de su mar sereno me hace disfrutar de su paz y tranquilidad, de los ratos de soledad, del silencio… que permiten descubrir al Señor siempre haciendo su obra.

Por ello va un GRACIAS desde el corazón.
 
 
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