Conny Mateos

Mi nombre es Concepción Mateos Brito, pero desde hace muchos años,  la gente que me conoce, me llama  Conny,  soy Religiosa del Sagrado Corazón de Jesús. Nací en la Ciudad de México, pero crecí en Monterrey, vengo de una familia, totalmente común, soy la cuarta hija de seis hijos y tuve oportunidad de estudiar en colegios católicos hasta la universidad; soy una apasionada basquetbolista, cinéfila de nacimiento,  contempladora incansable, aventurera y  también arriesgada. Podría decir que soy una más de este mundo, como cualquier mujer que se enorgullece de su propia identidad y comparte con otros y otras el sueño por construir un mundo mejor.  Entré a la vida religiosa a los 27 años, después de haber tenido novio, estudiado carrera y maestría,  llevaba en  una vida sana, divertida y gracias al trabajo que tenía, comprometida con la realidad.

Debo decir que desde preparatoria, en momentos que fui escuchando sobre las misioneras que decidían trabajar a favor de las personas más vulnerables,  me llamaba la atención y en el silencio, llegué a preguntarme, si esa opción no sería para mí, pero creí que esto sólo Dios me lo diría. Con el paso del tiempo,  esta pregunta seguía como música de fondo, aún y cuando mi vida seguía el caminito que la mayoría de la gente como yo elige: estudiar, trabajar, hacer una maestría, salir con amigos, etc. De pronto, conocí a las Religiosas del Sagrado Corazón, durante una misión y algo se movió en mi corazón. En ese momento decidí darle más seriedad a la pregunta y comencé a orar más,  fui a un par de retiros, platiqué con alguna persona de confianza y mi pregunta siempre era, ¿Qué quiere Dios para mí? me desesperaba sentir que Dios “guardaba silencio”.  Un día, en plena misión, mientras rezaba a solas, sentada en el  árido desierto,  caí en la cuenta de que estaba haciendo mal la pregunta, no se trata sólo de ¿Qué quiere Dios para mí?, sino también, ¿Qué quiero yo para mí?, ¿Dónde me veo más feliz, realizada, auténtica, comprometida y libre? Y ese momento fue una honda experiencia de alegría y paz profunda, recuerdo aún mi corazón latir emocionado, sentí mi ser desbordado con la presencia de un Dios que desea para mí algo que YO DESEABA ardientemente. Supe ahí mismo que mi capacidad de amar es enorme y que esa fuente nace de mi propia experiencia de sentirme amada, así que me identifiqué pronto con el carisma del Sagrado Corazón y dije SÍ, esto es lo que quiero para toda mi vida. Me podía imaginar viviendo en comunidad, orando, trabajando por los y las más sencillos, y me veía feliz,  me veía siendo yo misma y hasta la fecha así es. Tengo la certeza de que estoy donde quiero estar y que Dios me sigue acompañando en esta locura.

Siempre he sentido especial atractivo por los y las jóvenes, así que en el noviciado pude acompañar grupos de adolescentes en la periferia de León, Guanajuato; una vez que hice mis primeros votos fui enviada al Colegio del Sagrado Corazón en la Ciudad de México en donde colabore como Orientadora Educativa en preparatoria, catequista y al mismo tiempo organizando grupos de misioneros. 

En esa época también tuve el regalo de participar en distintos talleres de líderes universitarios tanto a nivel nacional como en algunas Ciudades a donde me invitaban a compartir alguna, charla o simplemente acompañando al grupo. Tengo en el corazón un sinfín de rostros, nombres y experiencias que han dejado huella.

Cuando llegó el momento, pedí hacer mi experiencia internacional en la provincia de Uganda- Kenia, trabajando principalmente con jóvenes y adolescentes. Éste ha sido uno de los mayores regalos de los que me he sentido privilegiada. Colaboré en un colegio – internado de mujeres, en Kangole, Moroto, Uganda. Ahí pude tocar mi propia humanidad, pude vivir al lado de estas mujeres, la mezcla inconfundible entre fragilidad y fortaleza, el misterio de muerte y vida, las palabras de Pablo de Tarzo adquirían sentido: “La fuerza de Dios que se manifiesta en la debilidad”. Presencia palpable del Dios vivo.  

Ahora sí estaba lista; podía expresar un SÍ definitivo al seguimiento de Jesús, desde la Sociedad del Sagrado Corazón. Pronuncié mis votos perpetuos el 1º. de Febrero de 2009. 

Al volver a la provincia, fui enviada a iniciar un proyecto con jóvenes de los colegios del Sagrado Corazón, a lo que al año siguiente se sumó ser parte del Equipo Directivo de la Red de Colegios en la provincia, cargo que desempeñé por tres años. De igual manera, en esos años, seguí colaborando en la Universidad de Monterrey,  en la pastoral universitaria. Hoy en día soy  la responsable del proyecto de jóvenes de los colegios  y formo parte del equipo Vocacional y  Formación Inicial en la provincia. 

 
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