¡Dar y recibir alegría...!

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Me llamo Lucine, tengo 20 años y estuve seis semanas en Filipinas, en el pueblo de Montalbán, cerca de Manila. Allí fui acogida por las RSCJ y un pequeño equipo compuesto por las maestras que atienden a los niños y las personas que trabajan en el Centro de la Fundación Sta. Magdalena Sofía. Pasar mis días al lado de ese pequeño equipo, compartir los espacios para comer o los tiempos de oración juntos, cuidar a los niños, vivir con ellos las situaciones difíciles (enfermedad de alguien cercano, discusiones a causa de incomprensiones culturales) todo eso constituyó nuestra vida de comunidad, una vida en la cual el contacto con otros enriquece y nos hace crecer.

Mi deseo de vivir una experiencia fuerte de fe se encontró colmado de manera inesperada. A las misas muy festivas, que reúnen al conjunto de los habitantes del pueblo, y a los espacios de oración con las RSCJ, se añadieron otras  experiencias fuertes, que me hicieron sentir la presencia de Dios. La sonrisa permanente de una pequeña que viene todos los días a la escuela sin haber logrado tomar ni un grano de arroz en su tazón al despertarse, las manitas  juntas de los niños cuando agradecen a Dios cada mañana todo lo que les da, y eso aunque sea tan poco lo que poseen. 

Yo me vine con el deseo de ser útil, planeaba levantarme las mangas y realizar tareas concretas. Pero pronto comprendí que, de hecho, estaba allí para dar alegría… compartir experiencias de vida, descubrir otra cultura, otra manera de comprender y vivir la fe. No se me pedía nada más que estar presente, jugar con los niños, consolarlos en caso de una tragedia terrible, leerles historias… Sentir a un niño sentado en mi regazo, verlo ofreciéndome un librito con una sonrisa, me llena de felicidad. Esa fue la clave de la experiencia que viví: dar y recibir alegría. Comprender, descubrir, maravillarme al estar en contacto con lo desconocido y volverme diferente.

Tuve una oportunidad increíble al haber podido vivir esta experiencia. Conocí a personas benevolentes, generosas y amorosas. Regresé con la cabeza colmada de recuerdos, con el corazón lleno de gozo, y con la palabra «gracias» en mis labios: Salamat po. 

Lucine

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