Filipina, ejemplo de vida hoy

  • Philippine Duchesne

Magdalena Cruz, una ex alumna del Sagrado Corazón que vive en España pero es originaria de Perú, escribe sobre cómo Filipina la ha inspirado.

Exalumna del colegio Sagrado Corazón de Jaén, de la Escuela Superior Pedagógica y de la Universidad Femenina del SC en Lima. Desde muy joven he ido interiorizando el espíritu de la Sociedad siguiendo el ejemplo de Magdalena Sofía, Filipina Duchesne y tantas RSCJ que han ido dejando huella al servicio de la humanidad y en mi vida. Actualmente se encuentra en Madrid y sigue unida a la familia del SC, sintiéndose acompañada por ella.

Me siento afortunada de poder escribir unas líneas que serán poca cosa para reconocer su mensaje a través de su vida. Una mujer que estuvo al servicio de los demás desde muy joven y que supo seguir su vocación e ideal religioso, aunque le causara el disgusto más grande a su familia. Desde que estaba en el colegio me impactó su vida, y no es hasta ahora, que voy reconociendo que su ejemplo es el que me ha ido acompañando para continuar confiando en la voluntad de Dios, a pesar de las circunstancias que me han tocado vivir.

Destaco las siguientes:

Su entrega generosa a pesar de las circunstancias de su contexto, supo mantener y cuidar su fe con acciones, ayudando a los prisioneros en plena Revolución Francesa. Y este modo de vivir en una entrega generosa al otro, lo fue alimentando; que, aunque se cerrara el convento donde ingresó, no se rindió, se mantuvo firme en su vocación de servicio y continuó su camino cuando Dios le permite el encuentro con otra mujer de ideales parecidos, nuestra Santa Magdalena Sofía, que fue como juntar dos pilares que llevarían a la Sociedad hasta los confines de la tierra.

En épocas de crisis, a veces es mucho más cómodo optar por lo más fácil o lo que signifique menos gasto de energía. Sin embargo, se necesita tener mucho valor y decisión para continuar cuando todo parece que ya no tiene sentido hacerlo; a veces se trata de encontrar un medio y ella lo sabía al reconocerse débil y buscar siempre un medio para fortalecer su fe, visitaba la Basílica de Saint Régis de Lalouvesc que ir hacia ella no era lo más cómodo.

Su desprendimiento para dejar lo que nos acomoda y lo que mayor seguridad nos da, sin siquiera reflexionar en lo que sería mejor para el otro, descartó la posibilidad de un buen matrimonio, luego con sus propios medios económicos y el apoyo de sus primos luego de convencerlos, consiguió incluso rentar el antiguo convento de Sainte-Marie-d'en-Haut en Grenoble. Su desprendimiento de una vivienda agradable y confortable, porque no le importó instalarse junto con algunos niños para educarlos, que la llevar a invitar incluso a las religiosas Visitantinas (donde ingresó inicialmente) a regresar, pero por ser mayores, no aceptaron, eso no la desanimó. En la vida, este nivel de desprendimiento pocas veces se asume porque es más fácil quedarse en la zona de confort. Tener una actitud de desprendimiento a favor del otro cuesta más, y si toca obligada por circunstancias de la vida, es más fácil rendirse.

Su constancia y fortaleza para esperar, para no dudar que el día llegaría, ese día tan esperado, el de cumplir su deseo de ser misionera, de compartir su vocación con un mundo totalmente desconocido para ella y para la congregación; cuando monseñor Guillaume-Valentin Dubourg, de Luisiana (EEUU) en su paso por París pide a las Religiosas del Sagrado de Jesús, se encarguen de la educación de las niñas francesas y de los indios. A veces la espera nos desespera y pronto entramos en un estado de ansiedad que nos limita y no nos deja ver más allá de la fe y la esperanza, destaco esta espera porque en la vida he sentido varias veces esta sensación de tener que esperar, pero desde la fe, porque nada es imposible para Dios.

Entendió la opción por la frontera y los límites, cuando fue a atender los heridos de la Revolución Francesa. Cuando le tocó asumir su vocación misionera viviendo una vida muy austera, porque vivieron en una cabaña de troncos teniendo que pasar frío extremo, trabajo duro y con muy pocos recursos económicos. Y, cuando tuvo que permanecer en la misión sin poder comunicarse con los Potawatomi, ya muy mayor y enferma. No se rindió y hasta ahora su legado continúa. En un mundo donde priman el consumismo y los valores que relativizan la vida misma, esta opción por la frontera, de ir con los más pobres (de lo material, de lo espiritual, de horizontes o de ilusiones), se hace más difícil y como que es solo para audaces y valientes.

La mujer que rezaba, alimento para su misión. Habiendo ya construido una escuela para jóvenes y señoritas, y a pesar que no pudo aprender el inglés, no la limitó en su deseo de ir con los Potawatomi, sueño que se le cumplió cuando abrieron una escuela para ellos en Sugar Creek (Kansas), pero ya tenía 72 años. Imagino cómo se sentiría en ese momento de la noticia que al fin llegaba su momento, pero a la vez escuchar a sus hermanas decir que ya estaba muy mayor y enferma para esa misión. Sin embargo, Dios le tenía preparado este momento, cuando el padre Jesuita que dirigía esa misión dijo: "Tiene que venir: quizás no podrá hacer mucho trabajo, pero con su oración alcanzará el éxito de la misión, y su presencia atraerá muchos favores del cielo para la obra". Un año fue suficiente para sentirla muy cercana a pesar de no poder comunicarse oralmente, que la llamaron “Kwah-kah-kum-ad” ("La mujer que siempre reza"). Esta actitud de oración a pesar de no entender nada de lo que se diga siempre lo he tenido presente en mi vida, me suele pasar que a veces no entiendo nada, hay situaciones límite que solo implicar estar y acogerse a la Voluntad de Dios, como ella con su ejemplo nos enseñó.

Gracias por tu vida y misión querida Filipina Duchesne, sigue acompañándonos por favor en nuestra vida y misión que nos toca vivir como laicos en un mundo de contrariedades y paradojas.

Gracias a la Sociedad del Sagrado Corazón por continuar la obra que iniciaron estás grandes mujeres y que nos recuerdan nuestra misión como educadoras en un mundo lleno de desafíos, no solo a las RSCJ sino también a todas las que hemos sido tocadas con su ejemplo de vida.

Magdalena Cruz Herrera
Antigua alumna peruana en Madrid

 

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