José y María llegan a Belén

  • Breughel, "El Empadronamiento, Belén" (Museo de Bellas Artes, Lille)

José conduce el burro que lleva a María. Este cuadro de Breughel, (El Empadronamiento, Belén, Museo de Bellas Artes, Lille) sugiere que tuvieron que esperar para inscribirse en las listas del censo. Ya que, parece, que muchos otros se apretujaban a la puerta del ayuntamiento. . 

¿Qué sentido dan a su espera ?

Y nosotros, ¿qué sentido damos a la espera de Aquel que el Evangelio de este 4º domingo de Adviento llama « el Hijo del Altísimo ? Nosotros, los occidentales, ¿no estamos demasiado preocupados por ser eficaces, demasiado invadidos por el deseo de tener, de consumir, de controlar, de comprar para poder dar sentido a esta última semana de Adviento ?

¿Nos damos cuenta que no lejos de nosotros, los desplazados, inmigrantes o no, esperan … una mirada, una sonrisa, alguna palabra o algo de dinero, para sobrevivir con dignidad? ¿Los oiremos en medio de la algazara de los mercados de Navidad ? ¿Los veremos?

Ahora bien, como indica el lienzo de Breughel, el frío reina en el nordeste de Europa. Está nevado en diciembre. Recientemente, cincuenta jóvenes mineros, sin casa, corrían el peligro, en Lille, de sufrir cruelmente el frío, incluso de sucumbir a él… Pero la gente se movilizó , envió una petición a las autoriades locales. Y se abrieron alojamientos, se desbloquearon subsidios. Hombres y mujeres vieron la urgencia de responder a la espera de los que el sufrimiento y la precariedad desfiguraban…

A veces, en estas situaciones límite, como dice el filósofo Emmanuel Lévinas, se produce el encuentro con el Rostro. Encuentro que no es otro que el encuentro con la Infinitud de Dios, percibida en la distancia y la cercanía de los que amamos tiernamente, o de quien respetamos en su extrema fragilidad. Pues bien, en esta última semana de Adviento, ¿no estamos invitados a esta aventura, a un encuentro así : acoger el Rostro del Niño de Belén en toda fragilidad humana? Primero, arriesgarnos a reconocer la nuestra, a aceptarla y a cuidarla. Y luego, arriesgarnos a aceptar la del otro, la de los otros, para ocuparnos de ella también. ¿No estamos convidados a esta fiesta de la Noche de Navidad, a acoger y reconocer el Rostro del « Hijo del Altísimo » en el Niño de Belén?

 
Marie-France Carreel rscj
Comunidad de Lille
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