Kim Jihye

  • Jihye, con sus alumnus, algunas RSCJ y un sacerdote
  • Jihye, con sus alumnas
  • Jihye, con sus alumnas
  • Jihye, con sus colegas
  • Jihye, con su maestra de novicias y compañeras en el noviciado
  • Jihye en un foro de la ONU, foto tomada durante la experiencia internacional
  • Jihye, con sus compañeras de la probación


Nací en Corea del Sur en 1981. Al tiempo de mi nacimiento, fui sometida a  una cirugía debido a una enfermedad intestinal grave; como mis padres y los médicos pensaron que podía morir fui bautizada inmediatamente. Pero sobreviví la  cirugía, fue como un milagro. Esta experiencia maraco toda mi vida, incluso cuando durante mi adolescencia tuve que estar dos veces  en el hospital.

Mis padres  católicos, se conocieron en la iglesia parroquial. A través de ellos, experimenté y aprendí a apreciar las tradiciones católicas. Cuando hice mi primera comunión, por ejemplo,  tengo el recuerdo de una experiencia fuerte de que realmente toqué a Jesús con mi mano y lo recibí profundamente en mi corazón.

Conocí por primera vez a las RSCJ en la Universidad, a través de su trabajo en la pastoral universitaria. En Corea, casi no se ven  hermanas que no usan el vestido y el velo religioso, así que fue para mí  una nueva realidad,  especialmente cuando las llegué a conocer. Me parecieron  personas normales que no tenían privilegios y que eran como personas  laicas que vivían una vida muy sencilla, con una misión.

A los 20, experimenté hondamente el sufrimiento de mi familia causado por la enfermedad de mi hermano adolescente, quien tuvo que pasar por varias cirugías. Fue  un momento muy difícil para nuestra familia. En ese momento, trabajaba también como maestra de educación especial en la escuela secundaria, y fue el momento que pude escuchar  muy intensamente el llamado a  vivir una vida que tuviera más  significado. Me sentí atraída por la vida espiritual y sentí que podía encontrarme con Dios a través de la oración en la casa de retiros dirigida por la RSCJ. Durante ese retiro, pude  profundizar en mí misma y recibí  la gracia de  sentirme libre,  incluso de los momentos dolorosos que vivía mi  familia. Fue entonces  cuando encontré sentido a todo, incluso en el dolor, y experimenté el deseo de permanecer con Dios durante toda mi vida. Dos años después, entré en la Sociedad del Sagrado Corazón. 

Después de mis primeros votos en 2011, trabajé en  la secundaria del Colegio Sagrado Corazón  como profesora de educación especial. Fue una época en la que sentí una gran inseguridad provocada por lo que percibí como los prejuicios que  otras personas tenían hacia mis estudiantes con discapacidades. Hubo momentos en los que experimenté  mucha indignación; pero luego comencé a ver que estaba respondiendo de la misma forma como enfrentaba la enfermedad de mi hermano y reviviendo lo a través de mis alumnos. Fue un descubrimiento difícil; pero ahora me siento agradecida por esa oportunidad en mi vida religiosa de ver con más claridad y crecer en libertad. A partir de ese momento, me he dado cuenta cómo ha sido Jesús conmigo, a través de mi familia, la pastoral universitaria y la Casa de retiros.

En 2019, me uní al grupo de probación  en preparación para nuestros votos perpetuos. Con mis ocho compañeras de probación,  tuve muchas oportunidades para ensanchar mi corazón y abrir mis ojos. Muy  especial fue el retiro de 30 días, tuve un encuentro con Jesús, quien me había estado esperando, desde ese tiempo en  el hospital durante mi niñez, hasta los momentos de las cirugías de mi hermano, y durante todos mis esfuerzos por encontrarme a mí misma, hasta este momento de mi probación en la Villa Lante en Roma. En los momentos duros en los que no pude encontrarlo y me sentí triste,  el  Señor siempre me invitó a tomar su mano y me mostró cómo su amor está presente en el mundo. Me siento sobrecogida por su amor por mí, un amor que ha estado ahí desde el principio; un amor que abraza todo mi dolor, mi alegría, y  mi historia!. Y podría decir: “Deseo seguirte a lo largo de mi vida. No soy más que un pequeño punto en el universo, pero quiero proclamar tu amor al mundo”.  

Parte de nuestra tradición en la Sociedad del Sagrado Corazón es que cada grupo de probación reciba un nombre y una “divisa”. Cuando recibimos el nombre “Amor que transforma” y la divisa “Proclama mi amor a todas las naciones, no tengas miedo pues Yo estoy contigo siempre”, experimenté una gran felicidad porque sentí que capturaron mi caminar y el de todas como grupo.  Con mis amigas, sentí una profunda alegría y gran conformidad con Jesús.  

Ahora, después de la profesión perpetua, me siento llena de esperanza y deseo proclamar ese amor que he recibido. De hecho, la alegría de vivir una vida transformada solo puede ser posible a través de su amor infinito. Agradezco a Dios por darme esta oportunidad de vivir la vida consagrada. Es con esta esperanza que ahora regreso y comienzo de nuevo en “Galilea” (Mateo 28:10).

 
Kim Jihye RSCJ hizo sus votos perpetuos el 26 de enero del 2020.

 

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