Ser parte de la historia

  • Sara Kay Thompson rscj (con gafas) con algunos jóvenes de la comunidad de las Casas Magnificat

 

 

Recuerda que pase lo que pase…. debes decirte a ti mismo, según las circunstancias, con gozo y agradecimiento, o humilde y sumisamente,
o con fuerza y,  en caso de necesidad, con actitud desafiante ante las perturbaciones que se presentan,
 
“Esto forma parte de la historia, y la historia es historia
del amor que Dios te tiene y del que tú le tienes a El.”
~ Janet Erskine Stuart          
 
 
 

Cuando llegué a las Casas Magnificat en Houston hace diez años, creía conocer todas las respuestas. Venía a SALVAR a la gente de la comunidad de las Casas. No sería tan difícil.  Pensaba que había trabajado en Detroit con deficientes mentales y con vagabundos.  Es cierto que aquel trabajo no había sido en  alojamiento provisional, pero en el fondo sería lo mismo para mí. Luego… 

Pero no sucedió así.  Al contrario, las personas con quienes trabajé produjeron en mi vida un impacto por lo menos tan grande como el que yo pude causar en la de ellos.  Fueron los residentes los que me hicieron comprender muchas cosas sobre la separación de la familia, la vida en las calles y las hospitalizaciones no voluntarias.

Iba con frecuencia a visitar las casas de hombres y mujeres para revisar su aspecto interior (¡Me gusta la decoración de interiores!¡Mis sueños se realizaban!). Siempre encontré las casas de las mujeres un poco más faltas de limpieza que las de los hombres.  Un día  fui a casa de un hombre y encontré a un caballero que movía concienzudamente una fregona  de delante a atrás.  Al cabo de unos instantes pregunté a Mr Mike por qué limpiaba su casa con tanto cuidado. Me contestó: “Quiero cuidar mi trabajo. Este es mi hogar. Pienso que si hay que hacer algo, hay que hacerlo bien”. Y le pregunté: “¿Pero quién te ha enseñado?”. “Mi madre.  Sabía que enseñar a sus hijas no le sería tan provechoso”.  Y esta fue la lección/reflexión #986.

Las Casas Magnificat es la única organización de Houston que lleva  a cabo Obras de Misericordia Corporales.  Celebramos la Eucaristía seis veces por semana y vivimos la Doctrina Social Católica.  Trabajamos con gente sin hogar, antiguos delincuentes, enfermos mentales y hombres con sida, para buscar una salida hacia la independencia y la dignidad personal.  Nuestros once edificios albergan a 189 hombres y mujeres, un centro de rehabilitación psicosocial, una residencia para mujeres, un comedor benéfico, una tienda exclusiva de reventa y una tienda de segunda mano. Todo esto forma parte de nuestra historia.  Esta vida multifacética que da a  Magnificat su carácter, es un flujo incesante de historias de las personas que van y vienen.

Gertie nos llegó de las calles.  La encontré en nuestro comedor benéfico y noté que parecía persona bien educada, pero tenía aquel paso tambaleante y problemas para concentrar su atención  en una persona.  Encender su cigarrillo podía considerarse peligroso, y si se lo hacía a sí misma, tenía gran peligro de quemarse.  Gertie era amable cuando quería serlo, pero era áspera, aprendido en la calle.  La invité a venir a Magnificat, a condición de frenar su modo de hablar y dejar que alguien le hiciera la cama todos los días.  La llevé a la Casa  Duchesne para las mujeres de más edad y las que tenían necesidades especiales.   Gertie se convirtió en el bufón de la casa y era muy divertido estar a su lado.

Un día las Asociadas de Houston organizaron una merienda en Duchesne.  Ann Caire, RSCJ, estaba con ellas.  En cuanto Gertie la vio, se lanzó a su cuello para abrazarla.  “Me acuerdo de usted, usted ayudaba en 3º de Primaria en Duchesne, yo hice la Primera Comunión en Duchesne” (Colegio del Sagrado Corazón en Houston).

Fue como regresar a casa: dos personas gozaron un momento de su cariño mutuo.  Recuerdos comunes, pero rutas muy diferentes se encontraban. Creo que la Hermana Caire y Gertie vivieron uno de esos momentos que Janet Stuart nos describe tan elocuentemente como “parte de la historia del amor que Dios nos tiene”.  Gertie se quedó con nosotros unos meses  más, y luego se marchó.       
 
En Magnificat hay muchas historias, no una.  La comunidad es como un mosaico de gente que llega de calles, hospitales, hogares familiares o cárceles. Dios nos ama, estamos seguros de ello. Por eso Dios nos ha dado un hogar.  Aquellos a quienes amamos de todo corazón llegarán a conocer el amor de Dios en los demás y en nosotros mismos.  Esto forma parte de la historia, y la historia es historia del amor que Dios te tiene y del que tú le tienes a El.
 
Sara Kay Thompson rscj