Tupananchiscama, o hasta que nos volvamos a encontrar

  • RSCJ volunteer in Peru
  • RSCJ volunteer in Peru
  • RSCJ volunteer in Peru
  • RSCJ volunteer in Peru
  • RSCJ volunteer in Peru
  • RSCJ volunteer in Peru
  • RSCJ volunteer in Peru
  • RSCJ volunteer in Peru

Lizet Marín Jurado de México pasó cuatro meses como voluntaria con las Hermanas del Sagrado Corazón en Layo, Cuzco, Perú, de marzo a julio de 2023. Aquí relata cómo era su vida diaria y todas las emociones que sentía.

Mi corazón latía muy fuerte, mi mente palpitaba sin parar. ¿Sería o no sería posible? en la aduana ¿me dejarían pasar? Pero cuando los colores reflejos de la laguna y las bellezas de las montañas penetraron en mis ojos, mi corazón se tranquilizó ¡Al fin llegué a este lugar que tanto soñé!

“Valor y confianza” fueron las palabras de Santa Magdalena Sofía que me acompañaron desde el inicio de esta experiencia. Desde el envío y hoy que ha concluido siguen estando presentes, supongo que son palabras que me acompañarán el resto de mi vida. Y junto a estas frases se han unido algunas otras:

“Necesitamos llegar, cruzar, abrirnos a nuevos horizontes del corazón” (P. Mauricio): Esta frase me la dijo el padre Mauricio (sacerdote misionero de Chile), que llegó a la comunidad de Layo (Cusco, Perú) justo el mismo mes que yo. Todo era nuevo para nosotros, pero sentíamos algo en común ¡No podíamos conformarnos!, todo iba bien en casa, trabajábamos, teníamos un buen sueldo, la familia estaba cerca “¡qué bien que estamos aquí! hagamos tres chozas…” (Lucas 9,33) pero sabíamos que debíamos hacer algo diferente en nuestras vidas. ¡Salir de nuestra zona de confort!, abrirnos hacia nuevos horizontes. Es que la vida es un regalo que debe compartirse, con los que están cerca, pero también con los que están lejos.  Porque nuestro hogar no solo es donde dormimos y despertamos todos los días, donde nuestra familia y mascotas se encuentran, donde está la escuela, la iglesia o la montaña, o donde la ciudad y el trabajo se encuentran. También es allí, donde hay que cruzar fronteras para llegar a otros lugares, con otros lenguajes, otras formas de vivir. Porque nuestra Tierra no solo es el pueblo, nuestra ciudad o país, también es este planeta que con mucho amor Dios ha creado para ti y para mí.

“Dios hace la vida más bonita” (repite Jonny, joven de la población, que nos ayuda manejando el carro): Saber que Dios me acompañaba en cada momento me hacía sentir segura, nunca sola, fortalecida para avanzar en el día a día. A veces notaba mucho su presencia cuando los niños reían, o en los tiernos animalitos que encontraba en el camino; otras veces era en los lindos paisajes que se dejaban admirar todos los días, el cielo tan estrellado, la laguna tan transparente o en las montañas tan altas y coloridas. Y aunque a veces me enteraba de cosas que me ponían inquieta o triste, dejando todo en sus manos después de una oración, me sentía más tranquila. En fin, el corazón siempre permaneció cálido, aunque a veces la temperatura bajaba a -7°C. 

Como dicen las hermanas: “Tener siempre el corazón abierto”. Esto de aprender a tener el corazón abierto fue complicado, estar disponible, servir en cualquier momento. La puerta de la casa sonaba desde muy temprano hasta el anochecer, solicitando servicio, apoyo. Entonces uno tiene que atenerse al cambio, los planes no resultan como uno los visualizó. Visitas inesperadas, el dar una pausa para compartir con la comunidad, no hay mucha seguridad sobre lo que pasará al día siguiente, ningún día es igual, todo lo planeado puede cambiar, sin embargo, eso lo hacía especial.

“Hay personas que Dios nos presenta por poco tiempo, pero que dejan un camino de luz”: La hermana Basia (Polonia) me dio mucho que aprender con su ejemplo de vida, siempre sonriente y abierta a los demás, vivir con sencillez, aprender otros idiomas y aceptar con humildad. Hna Pamela no descansa, siempre preocupada por el bienestar de los demás, atenta, hacía que todo siempre funcionara bien.  Hna Linda, poco tiempo fue el que conviví con ella, pero su alegría compartida fue algo que admiré, con sus ocurrencias, la música y su vida alegraba también mi corazón. Hna Lelia de gran facilidad para convencer a los demás y hacer amigos, algo que de verdad también admiré. Hermana Celia y hermana Nancy que desde Lima y sus actividades, siempre muy atentas estaban.  Y con ellas se suman muchas otras personitas que tuve la oportunidad de conocer, aprendizajes y momentos, que quedaron grabados en mí.

“La gratitud no es otra cosa más que recordar con el corazón” (padre Mauricio): Y es que recordar es volver a pasar por el corazón. Ahora recuerdo mucho mis días:

 Lunes, día en el que el ruido de las calles me despertaba, pues es el día de mercado, día en que íbamos a comprar frutas y verduras, panecillos, yogurt y queso; también a veces día de apoyar en CEBA (Escuela para adultos) entregando fichas a los alumnos y preparando clases para la semana.

Martes, Por la mañana, clases de religión en la escuela de Collachapi (la escuela con los niños más cariñosos que conozco), caminamos una hora y media para llegar a comer y luego compartir 2 horas en la ludoteca, espacio con diferentes juegos y actividades didácticas, para los más pequeños de la población.

Miércoles, era el día de ir a la escuela Urinsaya, volver andando durante una hora, tener una reunión con un grupo de jóvenes y a veces por la noche ensayar canciones con el coro de la iglesia.

Jueves y viernes, por la mañana daba clases de Geografía y Medio ambiente en el CEBA y por las tardes apoyaba como asistente educativo. Los viernes a las 4 de la tarde, es día de película para los niños, por lo que, ayudábamos a arreglar un espacio parecido al de un Cine.

Los sábados era nuestro día de descanso, a veces de paseo o de limpieza general.

Y por último, los domingos, día de iglesia, ayudábamos cantando en quechua a todo pulmón. También era día de largos almuerzos en compañía del Sacerdote y, a veces, de los monaguillos.

Y así pasaban los días, demasiado rápido, desde la mañana con el canto de los pájaros carpinteros, hasta la noche con el canto de la lechuza; puedo decir que casi siempre terminaba un poco cansado, pero con el corazón contento. Por todo lo que he vivido, me alegro de que la palabra adiós no exista en quechua, pues sólo puedo decir "usp'alay" (gracias) y "Tupananchiscama" (hasta que nos volvamos a encontrar).

Lizet Marín Jurado - México
Voluntaria en Layo - Cuzco
de Marzo a Julio

Vea el vídeo a continuación o en este enlace: https://youtu.be/TRuulj8r85Y

Tupananchiscama, o hasta que nos volvamos a encontrar

Province: