En el margen del mundo que yo conozco

Gosia, médica polaca, participó en un programa de voluntarios en Moroto, Uganda, organizado por las hermanas del Sagrado Corazón de Varsovia. Ella cuenta sus experiencias.

Mi nombre es Gosia, soy una doctora joven de Polonia, que desde hace mucho tiempo ha soñado con ofrecer servicios médicos a los menos afortunados de un país extranjero. Me encanta viajar, llegar a conocer el mundo a través de la gente, sus culturas, sus lenguas, el medio en el que viven. Desde entonces tomé algunas decisiones sobre mi carrera, quería combinar este nuevo aspecto de mi identidad con esa pasión de siempre. Por esa razón, una vez que terminé mis estudios; un año obligatorio de trabajo en hospital, y algunos meses para adquirir experiencia como médico generalista, me lancé a trabajar como voluntaria en Moroto, una pequeña ciudad de Karamoja, región al nordeste de Uganda.

No es mucho decir que yo escogí el lugar de mi trabajo de voluntaria, sino que más bien me gusta pensar que el lugar me ha escogido a mí. Había estado buscando durante largo tiempo una oportunidad para emprender semejante experiencia, escribiendo a diferentes organizaciones y asociaciones de voluntarios, pero esto resultó ser más difícil de lo que pensaba, sobre todo con la pandemia Covid. Mientras tanto, tomé parte en un interesante retiro, organizado por las hermanas del Sagrado Corazón de Varsovia. Me gustó tanto su espiritualidad y carisma que decidí preguntar si también organizaban programas de voluntarios, y en seguida me hice miembro de uno. Un año después tuve una oferta para ir a Uganda.

Ir a África era para mí un paso importante, sobre todo teniendo en cuenta que era la primera vez que salía de Europa. Todo era totalmente diferente de lo que yo había conocido, pero por suerte la medicina era la misma. Estuve trabajando como médica en un Centro de Salud III, lo que significa que teníamos un puesto de pacientes externos, pabellones para niños y adultos, una sección de maternidad y algunas provisiones quirúrgicas básicas, pero ningún quirófano. Veía pacientes con malaria, tuberculosis, brucelosis, niños malnutridos y en diversas condiciones. A veces teníamos que suturar o limpiar heridas; otras veces ayudaba a las comadronas con mujeres embarazadas. Otro objetivo del dispensario era extender concretamente el compromiso de ayuda médica a las comunidades rurales. Solíamos ir con la ambulancia a pueblos alejados, a examinar la malaria y llevar medicamentos básicos a quienes probablemente no los habrían podido adquirir. Acompañé a la hermana Paulina a tomar parte en las liturgias del domingo.

Creo que la característica más importante que se puede tener en tal experiencia es la flexibilidad. Necesitas adaptarte a las posibilidades que tienes y hacer lo mejor con ellas. Para mí también fue una gran lección de paciencia, ya que el ritmo de trabajo era muy diferente al   de ir corriendo, como estaba acostumbrada en Polonia. “Tiempo africano”, un concepto que no incluye la precipitación, parece que afecta a todos los niveles de la vida social y profesional. Otra dificultad era la barrera de la lengua, pues la mayoría de los pacientes no hablaban inglés y siempre tenía que recurrir a alguien que tradujera. Me resultaba difícil depender casi todo el tiempo de otro miembro del equipo, pero, por otra parte, esto me motivaba a tomar la iniciativa donde me era posible. Por lo tanto, traté de aprovecharme del equipamiento que estaba al uso, pero sin utilizar por falta de saber cómo hacerlo. Lo estudié y después preparé al personal para saber cómo usar una máquina ultrasonido y un concentrador de oxígeno (Fleet). Las diferencias culturales presentan también a veces desafíos, aunque encontré que las personas eran de trato muy fácil y amistoso.

Al margen del trabajo de voluntaria, tuve la oportunidad de visitar la belleza de Uganda, la perla de África. Con otros voluntarios fuimos a ver la vida salvaje y los paisajes del Parque Nacional del Valle Kidepo. Vimos jirafas, cebras, búfalos, facóqueros (tipo de jabalíes), babuinos y muchos tipos de antílopes. El decorado de la sabana, las extraordinarias vistas de los montes a lo lejos, y los animales salvajes vistos en su entorno natural producían una vista impresionante. Este recuerdo, así como la oferta de bienvenida de las gentes de la región, el apoyo que recibí de las hermanas y la oportunidad de tener la experiencia de un mundo totalmente diferente estarán para siempre en mi mente. Estoy agradecida por esta oportunidad y recomiendo que todo el que esté llamado a explorar los límites de su mundo ¡dé un paso adelante y lo haga!

Małgorzata Moszyńska