Esmey Herscovitch

Lo que me atrajo a la Sociedad del Sagrado Corazón y todavía me sostiene, es la dimensión contemplativa de nuestras vidas. Esto es fundamental, sean cuales sean los cambios que se producen con el pasar de los años. Un par de citas de las Constituciones de 1982 de la Sociedad del Sagrado Corazón expresan esto para mí y son continuamente una fuente de asombro, reflexión y sorpresa: 

La Eucaristía nos hace entrar en el misterio del Costado abierto de Jesús (5)

El Corazón traspasado de Jesús nos abre a la profundidad del misterio de Dios y al dolor de la humanidad (8)

A mediados de los 80, asistí a una conferencia en la que el cura nos preguntó: “¿Dónde encontrarán a Dios por las calles de la ciudad?”. Aunque en esos entonces, colaboraba con una escuela y una parroquia de Braybrook, un barrio marginal de Melbourne, por lo que ya convivía con situaciones de desventaja, esa charla me desconcertó profundamente y finalmente, alrededor de 15 años después, me llevó a Redfern donde conocí situaciones de dificultad social entre los aborígenes. En este barrio periférico de Sídney, como en muchos otros lugares de Australia, los aborígenes viven situaciones de marginación, aunque se están viendo mejorías.  

Nuestra misión en Redfern es muy sencilla y se basa en la acogida y la hospitalidad. También asistimos a encuentros con grupos comprometidos con los aborígenes, en favor de un cambio real de su situación. Estoy comenzando mi 13avo año en Redfern, en donde comparto mi vida con una hermana de la congregación de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (FDNSC). 

Soy la mayor de siete hijos sobrevivientes y tengo tres hermanos y tres hermanas. Crecí en Melbourne en donde estudié con las hermanas de St Joseph, congregación fundada por Mary MacKillop y por las Fieles Compañeras de Jesús. En 1958 a la edad de 16 años, mi familia se mudó a Sídney por lo que terminé mi escolaridad en Kincoppal, una escuela del Sagrado Corazón. ¡Al terminar mis estudios no tenía idea que un día sería un miembro de la Sociedad del Sagrado Corazón! Durante los tres años que siguieron, trabajé en varias bibliotecas hasta que, a pesar de mis prejuicios, ¡acabé entrando en la Sociedad! 

Mis apostolados en la Sociedad han sido muy variados: he sido bibliotecaria y profesora en varias escuelas, he vivido y trabajado con las hermanas mayores de Karlaminda (Sídney), he sido miembro del comité de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) de nuestra Provincia y enlace con nuestra representación en la ONU. En el 2007, acompañada de varias religiosas del Sagrado Corazón de otras Provincias y de Cecile Meijer, tuve el privilegio de asistir en la ONU de Nueva York a la conferencia de las ONG sobre el cambio climático. El trabajo con los refugiados también me ha aportado mucho. Actualmente soy Consejera provincial de la Provincia de Australia-Nueva Zelanda. 

Tuve el enorme privilegio de participar como delegada de la Provincia de Australia-Nueva Zelanda al Capítulo general 2008 en Perú, lo que fue para mí una experiencia muy rica de la Sociedad a nivel internacional. Compartí esta experiencia con religiosas provenientes de todas las provincias de la Sociedad y de tantas distintas culturas. La oportunidad de contribuir a la vida de la Sociedad a este nivel fue para mí un privilegio y una responsabilidad. Aunque fue poco lo que pude compartir con el pueblo peruano, fue para mí un gran enriquecimiento.   

En 1987 se me presentó la ocasión de frecuentar un programa de renovación en misiología, sin saber que este programa me prepararía a las experiencias que estoy viviendo en Redfern y también a las que viví en Perú. Anteriormente, tuve la inesperada ocasión de compartir mi vida con los habitantes de Kiribati, un atolón en el Océano Pacifico Central, en el ecuador. La vida en el atolón era muy sencilla, aunque el estilo de vida occidental empezaba a compenetrarlos. Hoy en día el aumento del nivel del mar está teniendo un impacto muy negativo sobre la gente de este atolón. 

A pesar de que el curso de misiología fue muy provechoso y me cambió la vida, terminé por darme cuenta que no obstante todo lo que uno puede aprender de otras culturas, siempre habrán elementos que no podré comprender. Aprendí que a pesar de mis esfuerzos, solo es posible comprender parcialmente a los demás, a su cultura y lugares. 

Todas mis vivencias han sido extremamente enriquecedoras y estoy verdaderamente agradecida por las oportunidades y experiencias que he tenido en todos los apostolados o lugares donde he sido enviada.

 
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