Una mirada al voluntariado en México

Eugénie, voluntaria del Sagrado Corazón de Francia, relata sus diez meses de voluntariado en México. Lea el artículo original (en francés)

Si pudiera ponerle un nombre a mi experiencia de voluntariado, sería "apertura".

Cuando entré en contacto con los mexicanos, nunca me sentí un extraño.

Independientemente de la situación o de las personas, siempre fui recibida con los brazos abiertos por las familias, los niños, las religiosas, etc. Los mexicanos tienen una apertura de corazón que me conmovió profundamente.

Por ejemplo, para saludar, todos se abrazan, ¡sean amigos o desconocidos! Y las puertas de las habitaciones nunca se cierran, lo que demuestra que todos son siempre bienvenidos.

También recuerdo mi primer contacto con los niños durante los juegos callejeros. En ese momento, no hablaba ni una palabra de español, pero a ellos no les importaba si los entendía o no: solo querían darme la bienvenida. Todos se aferraban a mí y saltaban a mis brazos. Para ellos, ya era una amiga, a pesar de que aún no me conocieran.

¡La cantidad de amor que recibí aquel día fue increíble!

Fue esa cálida bienvenida y esos miles de brazos abiertos los que me enseñaron a abrirme a su vez. Poco a poco, superé las "fronteras" de las diferencias culturales y la pobreza, lo que me permitió profundizar mi amistad con las madres y los niños de la escuela, escuchándolos y confiando en ellos.

¡A través de ellos y con ellos, he aprendido a abrir mi corazón para dar la bienvenida al prójimo, ¡como nos pide Cristo amar!

Es precisamente este corazón abierto del Sagrado Corazón el que me ha acompañado a lo largo de esta experiencia de vida, con nuevas personas, amistades, servicio y fe. He aprendido de la apertura de mi prójimo a abrir mi propio corazón y encontrar a Dios.