Filipina: La mujer que siempre ora
Desde pequeñas, educadas en un colegio del Sagrado Corazón, aprendimos a distinguir el nombre de Rosa Filipina Duchesne como la primera misionera de la Congregación. Sin muchos distintivos, pero sabíamos a quién nombrábamos.
Ahora como religiosa está incrustado en mi corazón la invocación de esa mujer gigante, valiente en la pequeñez de su sentir, la hermana buena de la comunidad, que se apresuraba a prestar servicios sin hacerse notar, que recibía con ternura las pequeñas del colegio, que suplía su dificultad de hacerse entender en otro idioma que nunca logró dominar.
Uno se pregunta cómo hizo para pasar como una más, sin el don de la lengua extranjera, pero los indios Potawatomi nos dieron la clave: es la mujer que siempre ora. Ese es, el gran don no solo a nuestra Congregación. Sino a la Iglesia y al mundo de hoy. Dar ese testimonio tan eficaz de ser la mujer en quien la gente sentía y captaba la presencia de Dios.
El testimonio verdaderamente eficaz es el de una vida en la que palpita la grandeza de la humildad de Dios. La profunda y eficaz lección de entrega total y en Jesús, que acepta hacerse uno como nosotros: limitado, pero no miserable- impotente, pero no inútil- cercano, pero abarcando toda la potencialidad de DIOS Trinitario — eso lo entendió ella, Filipina, eso lo sentimos y amamos nosotros religiosas y toda la familia del Sagrado Corazón.
Mientras oras sumida en este mundo tan sediento
Y aprender como tú, la forma sabia
De servir agua que brota del Eterno.
y permitir a Dios que brote su torrente
y refresque los ímpetus de un pueblo
que busca por los charcos soluciones
y no logra encontrar en nuestras vidas
el desborde de entrega del Dios Bueno.
Saber pagar el precio del silencio
Y recibir gozosas el don de una oración
Donde Dios se desborde entre su pueblo.
Estela Henao rscj
Province |Colombia
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