“Una mujer extraordinaria…”
En el 2001, al llegar a St. Charles para hacer una visita, entré en una tienda de regalos en la ciudad y fui abordada por un vendedor. Con orgullo dijo: “Había una mujer extraordinaria que vivió aquí hace muchos años y ahora es una santa”. Luego, al notar mi medallón, dijo: – “¡Oh, sabrás todo sobre ella!”
Habiendo presidido la asamblea de la mañana sobre Filipina en por lo menos veinte ocasiones y habiendo celebrado, en 1988, con el personal y los alumnos su canonización, conocía muy bien a Filipina Duchesne. Lo que iba a experimentar en los tres días siguientes era su espíritu, ya que la comunidad de RSCJ compartió los lugares y eventos de su vida.
Filipina murió en St. Charles en 1852, y todavía, casi 150 años más tarde, quedaban señales de ella por todas partes: un tablero de información sobre ella en la orilla del río; una señal que indica el lugar de la primera escuela de Filipina; letreros de la Academia del Sagrado Corazón y su santuario.
Mientras que las escuelas, las comunidades y un noviciado florecieron en otros lugares, el periodo que pasó Filipina en St. Charles no fue tan «exitoso». La escuela gratuita, alojada en una áspera cabaña de troncos en 1818-19, tuvo que cerrarse; y cuando después de diez años los jesuitas trajeron de vuelta a las RSCJ, Filipina tuvo que dejarla a otros para restablecerla.
Cuando después de su año con los Potawatomi se mudó a St. Charles, ya siendo demasiado mayor para aprender su lengua, Filipina se sintió un fracaso y empeoró de salud. Pasó los últimos diez años arreglando ropa, haciendo vestiduras y orando. ¡La gente la conocía y la amaba como una mujer sencilla y humilde que “ora siempre” y hoy todavía la llaman “una mujer extraordinaria!»
Anne McCarthy rscj
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