Conferencia de Sofía: Navidad

Nuestra Señora de los Andinos, from Sicuani, Peru - photo by Juliet Mousseau rscj (USC)

 
No sin algún consuelo las reúno hoy, queridas hijas, he visto con satisfacción el empeño con que han preparado todo para celebrar dignamente el gran misterio que la Iglesia ofrece a nuestra meditación: en el noviciado arreglando el pesebre del Divino Niño, la encargada de la Iglesia cuidando con celo que nada falte en esta solemnidad; en fin las que trabajan en el pensionado donde han hecho lo imposible para despertar en esos corazoncitos jóvenes que las están confiados, la devoción a Jesús Niño, dudo que Él no haya sonreído al ver sus esfuerzos; pero todo hijas mías, aunque bueno, es exterior y sería insuficiente para las Esposas de su Corazón Adorable, si no estuviese acompañado de la preparación interior que espera de nosotras. 
 
Es por la imitación de las virtudes, de las que nos da ejemplo en este misterio adorable, que atraeremos sobre nosotras sus gracias. En este humilde nacimiento hallamos el conjunto de todas las virtudes, en particular las que deben caracterizar a las religiosas del Sagrado Corazón: humildad y mansedumbre, obediencia, amor a la pobreza.
 
Antes de entrar en la meditación que nos ofrece un Dios anonadado así por nosotras, dirijamos una mirada sobre su Divina Madre y sobre el que mereció ser eligido como su padre putativo: admiremos hijas mías su afán por cumplir la voluntad del Señor, su obediencia ciega a la voluntad de un tirano cruel, pero al que miraban como el órgano de esta voluntad santa. Ambos vivían en la casita de Nazaret que sin ser rica les ofrecía las comodidades de la vida, María estaba terminando los nueve meses, cuando les llegó la orden de ir a Belén para el empadronamiento. Hubieran podido detenerse ambos al considerar los obstáculos insuperables al parecer, o excusarse por el rigor de la estación, pero obedecen sin razonar. María hace a pie o sobre una incómoda montura el largo y difícil camino; con mansedumbre y paciencia soporta los sufrimientos del viaje, va para que se cumplan las Escrituras y avanza con alegría hacia el lugar donde sabe que nacerá su Divino Hijo. ¡Qué lección nos ofrece su conducta en esta circunstancia! y ¿tendríamos valor para detenernos a estudiar las ordenes de nuestras Superioras, cuando vemos que María obedece con prontitud a un rey idólatra?
 
Pero sigamos; pronto el Divino Niño será Él mismo nuestro modelo: va a nacer pobre, ignorado, sufriendo. Él que ha creado el universo, no encontrará más abrigo que un establo, por lecho un poco de paja en un pesebre y para calentar sus miembros helados, el soplo de dos animales… Así lo quiere para enseñarnos a desprendernos de las cosas de la tierra y a preferir a los honores y riquezas, la humillación y la pobreza.
 
María y José llegan a Belén, donde tenían parientes y conocidos, eran descendientes de Judá; pero se les desconoce y no reciben sino desprecio y rechazo, nadie quiere albergarlos.
 
María siente que llega ya el momento esperado y San José recuerda que ha visto un establo abandonado y abierto y lleva allí a María que pronto recibe a Jesús en sus brazos. Ay! hijas mías, compredan si es posible lo que pasa en este humilde establo. ¿Qué vemos en Él? Vemos a un Dios, la Sabiduría Eterna, el Verbo, la Palabra del Padre, reducida al silencio, que no interrumpe sino por sus gritos infantiles, sometido a dos criaturas, perfectas es cierto, pero que no son sino criaturas. Deja que su santa Madre envuelva en pañales sus pequeños miembros. ¡Un Dios atado! El poder infinito reducido a este anonadamiento! María lo maneja como le parece, lo estrecha contra su corazón o lo pone suavemente sobre el pesebre, le presenta su alimento o se lo quita cuando lo juzga conveniente, Él acepta todo y no pronuncia una sola queja.
 
Que nuestro orgullo se confunda… un Dios abandonado así a su criatura y nosotras … Que su ejemplo nos conmueva! Pongamos al pie del pesebre este amor propio excesivo, origen de todas nuestras faltas y prometamos al Divino Niño que en adelante estaremos como Él sin voluntad, sin razonamientos, en manos de nuestras Superioras. Prometámosle también amar y preferir la pobreza que Él abrazó. Se complace en su establo porque es pobre, silencioso e inocente; lo prefiere al tumulto del mundo, es habitado por animales que no pueden pecar y por las criaturas más perfectas que han existido, allí quiere estar Jesús. 
 
José y María lo contemplan en un religioso silencio. Entremos en sus disposiciones, vayamos al establo con amor respeto y confianza! Sin duda no tenemos corazones tan inocentes para ofrecer al Divino Niño, pero humillémonos a sus pies con nuestras miserias y debilidades, ofrezcámosle nuestra buena voluntad, recordando con confianza el himno de los Ángeles; “Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.”
 
Esta buena voluntad estoy segura que la tienen queridas hijas, todas quieren ser fieles a nuestro Dios; estén en paz y vayan a Él con confianza, Él las invita y las espera en el pesebre y les dará a todas las gracias necesarias para realizar la vocación a que se dignó llamarlas. Pídanle no solo por ustedes sino por todas sus Madres y Hermanas, por esta Sociedad, para que se digne derramar sobre ella sus abundantes bendiciones.
 
Santa Magdalena Sofía Barat
Conferencia 17
Víspera de la Navidad, 1829
 

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