El 2 de septiembre 2016, la Hermana Isabel Solá, una religiosa española de la Congregación Jesús María, fue asesinada en Puerto Príncipe.
En el mensaje que sigue, nuestra hermana Matilde Moreno, una RSCJ enviada a Haití, comparte cómo Isa habia vivido plenamente su vida "entregada y gastada por amor a un pueblo que fue su patria durante estos últimos años."
Cuando se vive desde el corazón, se escucha con paciencia, se mira con complicidad, se toca con ternura, se sufre con fortaleza, se asume el riesgo con naturalidad, se mezcla la vida con la de otros y se avanza en comunidad de proyectos solidarios.
Isa Sola, nuestra amiga y compañera de sueños, proyectos y lucha, vivía desde el corazón y contagiaba la fuerza poderosa de su amor y de su entrega a quienes tuvimos el privilegio de conocerla y compartir un cachito del camino.
Nos conocimos en 2008, cuando vino a Haití, llena de empuje y necesidad de servir donde hiciese falta. Su condición de maestra y enfermera le abrieron muchas puertas. Desde el principio vimos que compartir búsquedas, alegrías y fracasos, nos impulsaba a las dos a seguir adelante, al servicio de este pueblo tan querido.
En esa época yo llevaba seis años en Haití y el trabajar en Fe y Alegría me había abierto a muchos conocimientos y contactos. Isa se hizo muy pronto con toda la red de recursos que necesitaba para ayudar a la reconstrucción y formación del profesorado de unas escuelitas rurales, realmente necesitadas, en una zona cercana a Balan, donde estaba la primera escuela de Fe y Alegría en Haití.
Más tarde, el terremoto de 2010, fue un gran punto de inflexión en su vida, como lo fue en muchas personas que, a la vista de la muerte de tanta gente querida, nos preguntamos: ¿Para qué se me regala la vida de nuevo?
Su trabajo por ayudar a las víctimas del desastre fue indescriptible. Ella misma lo dio a conocer en su momento. En los primeros días trabajó en el hospital amputando y recomponiendo lo imposible.Después puso en marcha un taller de prótesis para remediar, en lo posible, las pérdidas de tantos lisiados. El taller ya está en manos haitianas y esta es su esperanza de supervivencia. Al cabo de un tiempo organizó una clínica móvil quere corre los rincones más alejados del país, donde la atención médica no llega. Este trabajo no lo hace sola, le acompañan un grupo de Hermanas del Corazón de María y otro de excelentes colaboradores, profesionales haitianos, que comparten su espíritu misionero: la Familia de Jesús María.
En estos últimos años surgió un nuevo sueño: la construcción y organización de una escuela que, bajo su dirección, formaría parte de la red de Fe y Alegría, junto con un dispensario que llevarían las hermanas del Corazón de María. La zona elegida, Onaville, está habitada, en su gran mayoría, por familias que lo perdieron todo en el terremoto y que han construido ahí sus chabolas.
Detrás de estas cuatro pinceladas sobre la vida de Isa, quiero subrayar algo que ella se enfadaría si no lo hago y que en justicia debemos al pueblo haitiano. Isa fue asesinada, cierto, pero esto no quiere decir que el pueblo haitiano sea un pueblo de asesinos. Nada más lejos de la realidad. En el pueblo haitiano hay gente de todas clases como en todas partes del mundo. Yo quiero testimoniar lo que en mis 14 años de vida eh Haití he aprendido. El pueblo haitiano es un pueblo que ha pagado muy caro el haber sido el primer pueblo esclavo que logra su independencia. Aquí están muchas de las causas de su pobreza, de su vida política y social frágil y convulsa. Es un pueblo luchador, acogedor, valiente, noble y resiliente. Un pueblo que merece todos los esfuerzos que cualquier persona de buena voluntad, haitiana o extranjera, pueda hacer por el crecimiento de la dignidad, la paz y la justicia en esta sociedad maltrecha.
Este servicio lúcido y consciente al pueblo haitiano, es lo que a Isa le hizo ir dando su vida día a día, es lo que a tantas personas nos impulsa a dar nuestra vida día a día.
El 2 de septiembre, Isa terminó de dar su vida, que ya había sido entregada y gastada por amor a un pueblo que fue su patria durante estos últimos años.
Isa, durante toda su vida,corrió al encuentro de Aquel a quien seguimos y por quién vivimos: el Resucitado, el Vencedor de la muerte, el Cómplice, el Compañero, el Dios del Corazón roto, Jesús de Nazaret, el Hombre del Pueblo que va delante de nosotros: “No temáis, yo he vencido a la muerte”. “Lo que hacéis por uno de estos mis hermanos más pequeños…”
Gracias Isa, por seguir siendo amiga y compañera. Amén, Aleluya, Ayibobo.
***Traducido y re-publicado con permiso de la página web RSCJ de la Provincia de España: http://www.rscj.es/es-es/
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