Contemplamos el Corazón de Jesús en las alegrías, esperanzas y sufrimientos de la humanidad. Mirar el mundo desde la óptica del Reino de Dios nos lleva a reconocer cómo Jesús se revela en los pobres y marginados. La experiencia de una espiritualidad encarnada nos impulsa a vivir la educación como proceso de transformación. En respuesta a las nuevas necesidades del mundo y desde una nueva comprensión de la vida apostólica, nuestro servicio de educación se amplió a diversos campos y a todas las edades, en contrastantes situaciones sociales. Nos sentimos especialmente interpeladas por los rostros de los niños/as, jóvenes y mujeres, sobre todo aquellos que están excluidos. Estamos convencidas de que la educación es un proceso que abarca toda la vida. Capítulo General 2000