“Esta semana ha sido para mí muy restauradora, desde todos los puntos de vista: físico, moral y espiritual.
Lo primero, la acogida de la Hermana Claude, de Annick y de Pauline; su bondad y simpatía nos permitieron, desde el principio, sentirnos en familia. Valoro los ratos al inicio de la semana en los que, en un compartir sencillo, nos fuimos conociendo, y la manera como terminamos la semana, confiando unos en otros. Esos ratos de intercambio vividos en un sencillo clima de confianza, hicieron que nos enriqueciéramos unos a otros y Cristo nos habló concretamente a través de los demás. Igualmente valoré la belleza del sitio, los espacios de silencio en los que podíamos, todavía mejor, contemplar e interiorizar todo lo escuchado. Igualmente los tiempos de oración/meditación en la mañana y en la noche eran para mí muy fuertes: pude reaprender a orar más con el corazón que con la cabeza; las enseñanzas de la Hermana Claude fueron muy iluminadoras para mí.
Algo que me tocó profundamente en esta semana fue el descubrimiento de la “relectura” de la vida; yo lo hacía ya, pero inconscientemente y de manera superficial y breve. Allá, al entrar en profundidad a hacer la relectura de nuestro año, aprendí a poner en palabras lo que yo experimentaba en el fondo de mi ser y a utilizar esa relectura para avanzar. Fue especialmente importante para mí el día en que el tema fue la “alegría”; ese día pude releer los momentos de alegría profunda que viví en el año 2016 y, sobre todo, pude identificar qué es lo que me da verdadera alegría dentro del diario vivir y cuáles eran “falsas” alegrías, alegrías “aparentes”, no precisamente malsanas, pero no para darles prioridad en mi vida. Esa toma de conciencia fue muy clarificadora y desde entonces me orienta en mi vida diaria.
Pude así releer mi vida en varios de sus aspectos y también mi vida profesional. Viví una importante “reconciliación” con mi trabajo, tomando consciencia de ciertos puntos positivos, cosa que ¡no había sucedido en seis años de trabajo!
Por último, la velada del 31 y la fiesta de Año Nuevo con las personas de la parroquia fueron un espacio gozoso, en el que vimos con nuestros propios ojos que la Iglesia es, ante todo, una familia: puede ser que no conozcas a las personas pero con mucha rapidez los intercambios se dan sencillamente, ¡te sientes cercana!
En pocas palabras, ¡fue de verdad una semana en que sentí que la mano de Dios se posaba sobre mí¡ Una semana en la que uno aprende mucho y en forma concreta sobre su propia vida y sobre la pregunta de cómo avanzar, cómo hacer más presentes a Dios y a los demás en el diario vivir.
- los ataques de risa en torno al fuego
- el silencio
- las deliciosas comidas
- esas buenas noches cuando amaneces totalmente descansada
- la oración en el oratorio
- ¡ese sol!
- los talentos de cada quien
- los buenos ratos de compartir y de reflexionar, que ayudan a avanzar
- el despertarnos en la mañana con música (y buena música)
- la velada del 31 con:
Buen día.
El corazón se calienta al darse cuenta de lo que ustedes llegan a sembrar en el corazón de esas y esos jóvenes.
Gracias por poner en su camino este tiempo de reflexión que permanecerá y condicionará, estoy seguro, su vida de adultas/os y por tanto el mundo de mañana.
Es verdad que, si uno abre bien los ojos y se da el tiempo, nuestro entorno, por su belleza, nos conduce a la contemplación y a la reflexión.
La vida del grupo hecha de compartir y de oración, que ustedes supieron muy bien crear, contribuye a que Dios se vuelva una presencia que nos encamina hacia los otros y nos lleva a compartir su Amor incondicional a pesar de nuestras propias dificultades.
Estamos felices de haber podido ofrecerles esta posibilidad de encuentro. Espero que pueda repetirse muchas veces más. Y todo esto sin tener en cuenta que también a nosotros su venida nos ha hecho mucho bien.
Que esto siga sucediendo; en unión de oración.
Con mi amistad plena.
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