El verano pasado, tuve una experiencia apostólica en el Centro de Estudios Saenal para Niños del barrio, en Bucheon. Era mi segunda experiencia desde que entré en la Sociedad del Sagrado Corazón. Hay unos 25 niños y la mayoría de ellos provienen de familias pobres. Casi todos sus padres son trabajadores en fábricas. Algunos niños sólo tienen el padre o la madre, y por eso necesitan que algunos adultos se ocupen de ellos durante el día.
Antes de conocerlos, me hacía preguntas como “¿Qué puedo hacer por ellos?”, “¿qué necesitan de mí?” Y me preocupaba qué podría hacer por ellos.Pero después de tres semanas, me di cuenta de que todo lo que yo podía hacer era estar con ellos. Yo no podía hacer nada por ellos, pero Jesús trabajaba por mi medio. Al abrir el Centro de estudio cada mañana, los niños venían inmediatamente. Entonces, ellos y yo jugábamos al "Halli Galli". Este juego necesita reflejos rápidos, por eso me resultaba tan difícil, porque el movimiento de mi mano era mucho más lento que el de los niños. Así que por lo general perdía el juego.Cuanto más perdía yo, más me pedían los niños que jugásemos. Cuando perdía parecía que ellos ganaban confianza en su propia capacidad. No me avergonzaba yo de mi torpeza. Muchos niños se sentían felices por mi torpeza y yo me sentía tan feliz por ellos.
Durante este tiempo, para mi lectura espiritual, leí un libro titulado Cerca del Mar Muerto. Ese libro me enseñó que Jesús está siempre con nosotros. Siempre se quedaba con los pobres, con las personas que sufren. Se compenetraba profundamente con su dolor. En aquel momento, escuché la voz de mi corazón “Ve y haz tú lo mismo.” (Lucas 11, 35) pensé que tenía que hacer algo especial por los niños. Pero me di cuenta de que lo que se me pide es estar un tiempo con estos niños pobres como Jesús y compartir con ellos la alegría a través de mi debilidad.
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