Maricruz Trigueros

  • Maricruz Trigueros Manzo rscj (MEX), cruzando el río y disfrutando de la naturaleza
  • Maricruz sus papás y su hermano en los primeros votos (11/Agosto/2007)
  • En misión de Semana Santa con un familia de comunidad rural en el altiplano potosino
  • Experiencia internacional en el Congo, con otras profesas de votos temporales durante una sesión con María Eugenia Valdez rscj (CHI)
  • Mi trabajo actual, en una feria ecológica en un parque cerca del centro educativo popular

Me llamo Maricruz Trigueros Manzo y soy religiosa del Sagrado Corazón de Jesús. Estoy muy contenta que hace 7 meses, el 1º de febrero de 2015 celebré mi profesión perpetua junto con 12 compañeras de mi grupo de Probación en Roma.

Nací en la ciudad de México hace 36 años, así que estoy acostumbrada a vivir en una gran metrópoli. Sin embargo, también me gusta mucho la vida en el campo, seguramente porque mi familia materna es originaria de un pueblo sencillo, aunque yo nunca lo visité… Pero ¿cómo conocí a la Sociedad del Sagrado Corazón? Esa es una interesante historia que quiero compartir. 

Primero que nada reconozco que en mi familia la formación religiosa fue importante, especialmente inculcada por mi abuela materna que vivió con nosotros (mis papás y mi hermano mayor) desde que yo era pequeña. Además, asistí a una escuela católica dirigida por padres maristas, así que me empecé a involucrar en los grupos de pastoral juvenil desde los 16 años de edad. Disfrutaba mucho ir a Misiones a comunidades rurales relativamente cercanas a la Ciudad, cuando iba, a pesar de ser un contexto muy diferente al que estaba acostumbrada, me encontraba sintiéndome en casa, especialmente al compartir con las familias sencillas del lugar que saben vivir con lo necesario, confiando plenamente en la Providencia de Dios.

Después estudié la carrera de Psicología en una universidad jesuita. Siempre me interesó  estar al servicio de los demás. Me enfoqué en el área social-comunitaria, pues tenía mayor relación con lo que me apasionaba, colaborar en comunidades rurales y con grupos vulnerables. Terminé mis estudios, pero el quehacer misionero así como mi participación en los grupos juveniles, continuaba de manera muy comprometida, tanto en el equipo de retiros, el coro y hasta la pastoral vocacional marista.

Comencé a trabajar en un centro de rehabilitación para jóvenes con adicciones, que en ese tiempo estaba a cargo de los padres maristas, y también en un colegio. Sin embargo, el ámbito laboral no llenaba del todo mi corazón como vibraba cuando estaba en las actividades apostólicas con jóvenes, compartiendo la experiencia de Dios encarnado en nuestras vidas… Después de un año, decidí hacer un alto en el camino, sentía que necesitaba darme tiempo para poder dar respuesta a cuestionamientos que latían en mi interior. Un buen amigo me recomienda la experiencia del voluntariado a través de los jesuitas. Entonces, me inscribo sin pensarlo dos veces, pues resonaba fuertemente con la propuesta del voluntariado ignaciano. 

Es ahí donde mi vida da un giro definitivo: me invitaron a colaborar por un año en un programa de Educación Popular de las RSCJ, en un poblado campesino al norte del país, ese fue mi primer contacto con la Sociedad. A partir de esa experiencia reconozco mi vocación a la vida religiosa. Después de un año de acompañamiento vocacional, ya de regreso en la Ciudad, pude discernir con claridad esta llamada. Durante ese tiempo, participé como voluntaria en una Fundación para niños que viven en la calle de la Ciudad, actividad que me daba mucho sentido. Cuando la institución habla de un empleo formal, el discernimiento fue muy importante para decidir optar por la vida religiosa.

Entré como candidata el 11 de septiembre del 2004, en una comunidad al sur del país con población indígena, y después de 11 años aquí estoy, confirmando cada día que este es mi lugar, no sólo para mi realización personal, sino para hacer vida nuestra Misión de descubrir y manifestar el amor del Corazón de Jesús, de esa manera colaborar con otros para encontrar juntos nuestra plenitud como humanidad.

He disfrutado cada lugar, cada comunidad y apostolado, en los que he tenido oportunidad de estar. Así, he viajado del norte al sur, pasando por el centro del país, viviendo en la periferia de algunas ciudades y en el campo también. Todas han sido experiencias enriquecedoras para mi crecimiento personal y como rscj, valoro los aprendizajes en cada momento, dejándome lindos recuerdos que atesoro en el corazón. 

De los diferentes espacios, quiero compartir uno que me ha sido especialmente significativo. Fue después del Noviciado, al profesar los primeros votos, me enviaron a una comunidad en la cual, junto con un par de hermanas participé en el proyecto de Liderazgo Comunitario durante dos años. Lo que hacíamos era visitar periódicamente cerca de una veintena de comunidades rurales del altiplano potosino, con el fin de promover procesos organizativos que les llevara a mejorar sus condiciones de vida. Para mí, este proyecto en lo cotidiano, representaba hacer vida un anhelo antiguo, cuando deseaba involucrarme por más tiempo con el pueblo sencillo, no sólo por una semana o algunos días. Gozaba el compartir con las familias, sobre todo cuando nos quedábamos con ellos en sus casas, nos acogían con las puertas abiertas y vivíamos su cotidiano. También las fiestas eran acontecimientos de profundo agradecimiento al Dios de la Vida.

Si hablamos de sueños hechos realidad, el año pasado fue un verdadero privilegio para mí, pues como Santa Rosa Filipina, ardía con la idea de misionar en tierras lejanas. Como parte de mi experiencia internacional antes del tiempo de probación, visité durante 6 meses la Provincia de RDC. ¡Fue una verdadera alegría conocer a mis hermanas en África! Me encantó compartir con ellas, conocer su entorno y reconocer el carisma heredado por Santa Magdalena Sofía presente e inculturado al estilo congolés.

Tras la profesión perpetua y en diálogo con la provincial de México, en marzo de este año llegué a la ciudad de Guadalajara, para colaborar en un centro educativo popular y comenzar una nueva comunidad con 3 hermanas más. Después de un proceso de remodelación, desde hace un par de semanas iniciamos formalmente la comunidad de “Los Naranjos”. Además, actualmente colaboro en la dirección del centro educativo y empecé a estudiar una maestría en gestión educativa.

Estoy contenta y agradecida con esta nueva aventura, confiando que será un tiempo de aprendizajes, de crecimiento, a la vez que una muy buena oportunidad para ofrecer el don recibido (nombre que Kathleen Conan rscj, Superiora General, dio a nuestro grupo probación).

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