Fuentes: La Vanguardia, por Maricel Chavarría Barcelona y RSCJ España
A Antoni Gaudí le ha merecido la pena esperar casi un siglo para gozar junto a su tumba, en la cripta de la Sagrada Familia, de un instrumento musical a la altura estética, espiritual y artística del espacio arquitectónico que él mismo creó. Corría 1895 cuando el arquitecto finalizó la cripta de la basílica que le haría mundialmente famoso y que se convertiría en la más mediática de Occidente.
Y justo al año siguiente, el insigne fabricante de órganos francés (de madre catalana) Aristide Cavaillé-Coll, gran renovador del instrumento en el siglo XIX, al que acabó convirtiendo en una gran máquina con cuatro o cinco teclados accionados por dos manos humanas, recibía desde Barcelona el encargo de construir uno.
Pocos sabían que la Congregació de les Religioses del Sagrat Cor disponía de este Cavaillé-Coll en su iglesia de la calle Diputació de Barcelona, justo en el lugar donde al parecer anteriormente hubo una fábrica en la que había trabajado Gaudí. Y cuando hace un par de años, en el 2019, decidieron donarlo a la Sagrada Família casi la causan un síndrome de Stendhal al organista de la basílica, Juan de la Rubia, consciente de que se trataba del equivalente a un Stradivarius.
“Abrir la tapa y ver la inscripción de Cavaillé-Coll es un lujo para un organista, significa un sonido determinado, unas características técnicas… Como las del órgano de Saint Sulplice o Notre-Dame de París”, indica. “En términos de patrimonio, los órganos tienen un valor descomunal, como se pudo comprobar con el incendio de la catedral parisina. En España hay más ejemplares de Cavaillé-Coll en iglesias del País Vasco, que además conservan el original intacto. Pero este es el único que existe en Catalunya”.
El instrumento tuvo mucha suerte cuando en el estallido de la guerra civil el convento sufrió el saqueo y destrucción del mobiliario. Sobrevivió. Excepto los tubos, pues el metal era muy buscado para armamento. Desde aquella reconstrucción no había pasado ninguna otra puesta a punto. Así que la Sagrada Familia comenzó hace año y medio una campaña de recaudación –“apadrina un tubo”– para restaurar la joya.
El organero Albert Blancafort asumió la labor en el taller Blancafort Orgueners de Montserrat, todo ello con materiales nobles: caja de madera de roble, tubos de estaño y elementos de la mecánica de latón. La reforma ha supuesto cuatro mil horas de trabajo desmontando y restaurando cada una de sus piezas. “Cada órgano está hecho a medida, una obra de arte como puede serlo una escultura o una buena pintura –dice–, que además no es estática pues el organista la hace sonar”.
Cuando ahora ha sido finalmente instalado en la capilla de la cripta, en el lugar donde antes de la guerra había habido otro, se ha hecho evidente que el órgano con mueble de estilo neogótico encaja a la perfección con la arquitectura coetánea de la cripta, no sólo por tamaño (5,4 metros de altura por 3,1 de anchura y 3 de profundidad) sino por estética y sonoridad, indicaba ayer mosén Josep Maria Turull, rector de la basílica y la parroquia de la Sagrada Família. “Ha acabado aquí de manera providencial para que la gente de todo el mundo pueda disfrutarlo”. Ayer el obispo Sergi Gordo presidió su solemne bendición.
Respecto a su sonido, hay que tener en cuenta que se le han añadido registros en la parte trasera, de manera que ya dispone de trece, con 639 tubos distribuidos en dos teclados y un pedal. Juan de la Rubia habla de una bellísima sonoridad romántica, redonda, con cuerpo. “Un sonido perfecto para el acompañamiento litúrgico y para conciertos”.
En este sentido, la basílica prevé darle un triple uso: el litúrgico, el cultural (con conciertos en solitario o acompañado por formaciones de cámara) y el pedagógico, pues lo pondrá a disposición de estudiantes de la ESMUC (Escola Superior de Música de Catalunya) . “Este instrumento es un segundo profesor, te guía, te lleva y te enseña”, explica De la Rubia.
“Es un nuevo renacer de este órgano para la ciudad y para el mundo”, concluía mosén Turull, quien indicó que de momento las donaciones sólo han cubierto la mitad del presupuesto de 178.000 euros para la restauración -«una inversión de futuro»-, por lo que la campaña prosigue.
El genio de Gaudí tiene a su vera la obra de otro genio. Qué mejor homenaje al arquitecto.
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