Proceso de transformación: El apostolado del oído

Los siglos XX y XXI han dado lugar a una actitud antropocéntrica ajena a sus desastrosas consecuencias sobre el funcionamiento integral de la Tierra y sobre el destino humano. Por ello, Thomas Berry, uno de los pensadores más proféticas y profundos del siglo XX, nos pide que vayamos más allá, que escuchemos y sigamos las indicaciones de lo que él llama la personalidad chamánica, que nos insta a fomentar las relaciones entre el ser humano y la Tierra que se potencian mutuamente. La ecología integral es hoy una de las ciencias más importantes, y todos necesitamos renovar nuestra participación humana en la «gran liturgia del universo».

Tenemos que apreciar lo que el día nos ofrece y reconectar con la naturaleza; la naturaleza de la vida, la naturaleza del ser, donde la belleza de marchitarse es la belleza de vivir, donde la aceptación de vivir significa dejarse llevar. Esto nos ayudará a salir de la crisálida destructiva en la que nos hemos metido y a volar lentamente hacia una cultura sostenible. Para que esto se materialice en nuestro mundo desencantado, necesitamos explorar nuestra humanidad sagrada, nuestra presencia sagrada, actuando ahora viviendo intencionadamente en esta gran catedral de la Creación. Esto significa tener un amor apasionado por todos, recibir la bendición para convertirse en bendición y hacer que la Palabra de Dios se haga carne en nuestro ser, mientras todos crecemos y caminamos juntos, añadiendo belleza, mientras compartimos en el vasto conjunto creativo.

Los cristianos que nos llamamos discípulos de Jesús no podemos seguir mirándonos el ombligo. El Papa Francisco dice que es urgente que avancemos en una audaz revolución cultural. Nos invita a frenar y a mirar la realidad de otra manera, a apropiarnos de los avances positivos y sostenibles que se han producido y a recuperar los valores y objetivos arrasados por nuestros desenfrenados delirios de grandeza. Vivir nuestra vocación de ser protectores de la obra de Dios es esencial para una vida virtuosa y para nuestra experiencia cristiana. El Papa Francisco afirma que la mayoría de las personas buscan a alguien dispuesto a concederles tiempo y a escuchar sus sueños y dificultades. Esto es lo que él llama el apostolado del oído.

Como parte de todo lo que Dios ha hecho, sueño con un proceso de transformación a través del apostolado del oído. Los avances tecnológicos y los bienes de consumo siguen abundando, pero están haciendo que nuestra tierra sea menos rica y hermosa y que nuestras relaciones sean más limitadas y grises. Hoy en día, los padres no tienen tiempo para sus hijos y viceversa; los cónyuges no encuentran tiempo de calidad para estar juntos; los profesores se sienten abrumados por la carga de trabajo y los largos desplazamientos, que no les dejan ni tiempo ni energía para escuchar a los alumnos. Los oficinistas, que hacen horas extras no remuneradas y viven con el miedo constante a ser despedidos de sus trabajos, apenas sobreviven. Los niños y los estudiantes no tienen tiempo para jugar o relacionarse con su grupo de compañeros, y las clases de entrenamiento extra apenas les permiten mantenerse a flote. Las amas de casa no se salvan, pues no reciben ayuda para cocinar, limpiar, lavar, cuidar a los pequeños y a los ancianos; se encuentran con que sus manos están desbordadas de tareas por realizar antes de dejarse caer en la cama, cansada como un perro al final del día. También los abuelos se encuentran a menudo con que viven solos y se valen por sí mismos, sin tener a nadie con quien hablar o compartir sus sueños, esperanzas y experiencias vitales inestimables.

En este escenario, necesitamos el apostolado del oído. A través de la práctica de la escucha y el reconocimiento, nos volvemos receptivos al grito de la Tierra. Esto se manifiesta a través de la necesidad y el deseo urgentes de agua dulce y de una tierra sana, tal como se expresa en el grito de los pueblos indígenas del extremo norte y en otras voces proféticas, que llaman nuestra atención sobre el deshielo y las necesidades de la Tierra y de su gente.

Necesitamos escuchar con paciencia las historias, las conversaciones, las alegrías y las dificultades de los demás. Tenemos que volver a contar nuestro pasado, responder al presente y decirnos a nosotros mismos lo que tenemos que hacer, reinventándonos lenta pero seguramente para realizar a Dios en nuestro interior. Como dice Thomas Berry, «la aventura del universo depende de nuestra capacidad de escuchar».

Cuando dediquemos un tiempo de calidad a escuchar a los demás sin darles consejos y con un corazón comprensivo y receptivo, entonces el futuro nacerá en nosotros. Escuchémonos los unos a los otros y a la Voz de la Creación al comenzar la Temporada de la Creación el 1 de septiembre, ¡encendiendo y cuidando este entusiasmo durante toda la temporada y más allá!

Hna. Mudita Menona Sodder RSCJ
19 Agosto, 2022


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