«Le abrió el costado….» Así de escueto y así de claro, como si el soldado aquel hubiera querido asegurarse de que no quedaba dentro ninguna migaja de ternura sin entregar.
«Le abrió el costado….» Y el costado quedó abierto. Cuando algo queda abierto, salir y entrar es cosa fácil. Por la abertura salió sangre y salió agua….
Las últimas gotas de vida…. Y por la abertura entró, días más tarde, la mano, el miedo y la duda de Tomás.
Muchas hemos hecho del «estar abiertos» una etiqueta gloriosa relacionada con el cerebro más que con el corazón: entender las últimas ideologías, comprender el cambio, conocer las exigencias de la juventud…. Pero tener el «costado abierto» es algo más costoso, porque la entrada es libre y puede resultar incómodo, puede permitir al otro, al distinto, entrar y quedarse, ocupar un lugar, exigir un cambio, mendigar amistad, permitirle entrar con ideas distintas, con cultura distinta, con su debilidad, sus preocupaciones, su sufrimiento…. y si entra, quizá nos obligue a salir para buscar más comensales.
Una lanza «abrió el costado de Dios» y quedó abierto…. no podía quedar cerrado….
Tener un corazón como el Suyo puede significar un corazón con derecho de entrada, para el extranjero, para el débil, para el enfermo, para el perseguido político, para el herido por la guerra, para el pequeño, para el hermano que piensa distinto.
Y un corazón abierto, como el de Dios, deja también salir la sangre y el agua, la ternura, la amistad, el don total….
Our Spirituality |La Tradición Espiritual del Sagrado Corazón