Queridas hermanas y amigos:
Estamos emocionados por lo que acabamos de ver y escuchar. Acaban de ponerse de pie, están en camino y proclaman ante todos nosotros su respuesta a una llamada: “¡Aquí estoy, Señor!”
¿Qué fuerza las anima? ¿Cuál es el amor que las atrae? ¿Cuál es el secreto de su alegría?
Las lecturas que han elegido para esa celebración nos van a ayudar a entrar en el misterio de sus corazones y de nuestra vocación de Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús.
El desierto, la viña, el matrimonio: tres imágenes, tres símbolos que van a guiar nuestra búsqueda.
El desierto. Lo han experimentado profundamente durante su retiro de 30 días. Han escuchado a Dios hablarles de corazón a corazón. Les ha dicho: “Allí te daré tus viñas y el Valle de Acor por Puerta de Esperanza”. Han sentido como el retiro y el tiempo de probación les han permitido volver a encontrar la alegría de su primera llamada, enriquecida por los varios años de experiencia como Religiosas del Sagrado Corazón. En el desierto, se ha abierto un camino que las ha llevado a la tierra prometida, a “la puerta de la esperanza”. Han escuchado a Jesús decirles en secreto: “Sucederá, en aquel día, que me llamarás esposo mío y no me llamarás más mi señor…. Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en fidelidad y en ternura”. El desierto las ha llevado al matrimonio, a la alianza íntima, a la relación de corazón a corazón del amor compartido. En ustedes hay una alegría tan profunda y tan grande que llega a toda la creación: “Responderé a los cielos y ellos responderán a la tierra, y la tierra responderá al trigo, al vino nuevo y al aceite”. Su diálogo con Dios no solo conduce a un dialogo de corazón a corazón íntimo y personal, sino que es un diálogo que transforma la tierra entera, que genera nuevas relaciones. Por la gracia de la oración y de la vida interior, el vino de la boda corre a raudales para todos; la justicia y el derecho se restablecen: “Quitaré de la tierra el arco, la espada y la guerra, y haré que ellos duerman seguros”.
Y Dios les ha dicho: «Te daré tus viñas». Ese viñedo, esa viña, es Jesús mismo. En el desierto, la experiencia de sus años de vida religiosa les ha permitido volver a descubrir de manera más intensa, lo que les une a Jesús. Como verdaderas hijas y hermanas de Santa Magdalena Sofía, han contemplado las viñas en las que ella fue a la vendimia durante su juventud. Desde lo alto de las colinas de Joigny, han visto el amplio horizonte abierto sobre el mundo… Es probable que se hayan sentado al pie de una viña. Y, mirando lejos, su corazón ya ha llegado a la inmensidad del mundo: los hombres y las mujeres que deciden con valentía emprender la travesía de un desierto para huir de la miseria; los jóvenes que buscan el sentido de su vida; la multitud que se pierde en el consumo y el ruido; los terroristas; los hombres y las mujeres de paz y de compasión que socorren a los más pobres… Ustedes han visto a Jesús, Árbol de Vida, nueva Viña pasada por la prensa de la Cruz para que todos tengan vida. Han contemplado su costado traspasado, el agua y la sangre que brotan en un don de sobreabundante amor. Jesús herido, asesinado, que asume todas las injusticias y todos los sufrimientos. A través de la abertura del costado, han llegado hasta el Corazón de Jesús, hasta las profundidades de Dios. A través del nuestro servicio de educación han recibido la misión de abrir a todos las puertas del encuentro con Jesús, las puertas de la esperanza para que la sangre de la prensa se convierta en el vino de la fiesta, en el vino de la resurrección. Jesús ha dicho: “Para que mi gozo sea el de ustedes y ese gozo sea perfecto…. Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. Su alianza, el día de su boda, nos lleva a convertirnos en discípulos, amigos de Jesús.
Todas sus hermanas, religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, están hoy con ustedes, así como sus familias y amigos. Juntos, como los sarmientos de una misma viña, formamos un solo Cuerpo. Creyentes o no, cristianos o no, religiosos o laicos deseamos con ansia vivir más humanamente, deseamos amarnos los unos a los otros, deseamos el vino de la fiesta, deseamos el gozo del amor.
Con ustedes, a través del voto de pobreza, aprendemos a permanecer en el desierto, a estar en silencio para rezar o meditar, a dejar ir nuestro activismo, a desconectarnos de tantos vínculos y objetos, para vivir más humanamente, para discernir al verdadero Dios entre los falsos dioses… Con ustedes, el voto de castidad nos abre al vino nuevo de la viña, a relaciones de respeto, de justicia y de paz, permitiendo a cada persona llegar a ser ella misma. La castidad nos libera de la comparación y de los celos. Nos da la posibilidad de vivir la amistad sencilla y alegre para ser y actuar como miembros de un mismo Cuerpo, miembros de una misma humanidad… Con ustedes, el voto de obediencia nos hace estar atentos a las llamadas de Dios para servirlo ahí donde seamos enviados, atentos a las fuentes de vida y de crecimiento, para arriesgarnos a alcanzar nuevas fronteras, nuevas periferias geográficas y existenciales, así como bien ha sabido vivir nuestra hermana Santa Filipina Duchesne.
Así como Filipina se ha embarcado en la Rebeca, un día de mayo del 1818, hoy ustedes se embarcan con todas sus hermanas, las Religiosas del Sagrado Corazón, y con toda la humanidad, en su camino hacia el futuro que brota. ¡Avancemos mar adentro! ¡Qué tengan confianza! ¡Qué cuenten con nuestro amor y nuestra amistad! ¡Nos embarcamos con ustedes! ¡El Señor ha hecho por ustedes grandes cosas, Magnificat!
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