Después de unos años en la frontera Americana sabemos que Filipina arreglaba muebles, era una buena jardinera, ordeñaba vacas y limpiaba el granero. Cuando le mandaban las niñas “difíciles” al jardín para pasar un rato con ella, ¿con quién se encontraban? Filipina era una de esas monjas mayores con el hábito remendado y con las uñas sucias. No estaba cortando piadosamente unas margaritas sino que trabajaba para que hubiese verduras para la comida.
Estas tareas prácticas fueron muy necesarias en las primeras fundaciones para poder sobrevivir y ninguna le pesó demasiado a Filipina. Supo ponerse a la altura en todas las ocasiones y aceptó los retos con generosidad, buen humor, inteligencia y con el ardor y determinación de los Duchesne. Por supuesto que hubo errores y fallos pero Filipina no tenía miedo de probar. Probablemente hubo ocasiones en que, las que no tenían un sentido práctico, o eran menos competentes o no estaban dispuestas a ensuciarse las manos, pusieron a prueba su paciencia.
¿Estamos dispuestas a tener las uñas sucias por trabajar con Filipina?
Donna Collins rscj
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