Maria Gaczoł

Mi tierra es el mundo global. Nacida en el sur de Polonia, entré en la sociedad del Sagrado Corazón cuando tenía 20 años. Los estudios me llevaron a Irlanda, donde aprendí inglés, y de ahí a Roma para prepararme para los Votos perpetuos. Nuestra divisa (el lema que confiere nuestra Superiora General a cada grupo) fue “Bendita eres tú porque has creído”.

Esta fe me ha llevado y sostenido en la Provincia de Uganda/Kenya, donde he vivido durante veintidós años. Mi trabajo era sobre todo en la administración y las finanzas en el contexto de la educación. Esto incluía contactos con una amplia gama de gente, tanto de Uganda y Kenya, como en la cooperación con personas de otros países, porque había entonces varios proyectos de construcción que fueron posibles gracias a su colaboración.

Nuestras comunidades en Uganda y Kenya eran mu internacionales. Algunas estaban situadas en lugares remotos, a veces peligrosos y desafiantes. Tengo recuerdos muy felices de las hermanas ayudándose y cuidándose mutuamente. Esto era especialmente así en Karamoja – Uganda, donde trabajábamos juntas en nuestra misión educadora. Con ellas aprendí a apreciar nuestras diferencias y a crecer en unidad. Viviendo las Bienaventuranzas cada día, crecíamos en nuestra experiencia y expresión del Cor Unum. (El lema de la Sociedad del Sagrado Corazón es Cor unum et anima una in Corde Jesu –  Un corazón y una mente en el Corazón de Jesús).

En 2015, me ofrecí a participar en el Projecto Migrante de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG). Con otras Religiosas de varias congregaciones y de diferentes países, vivimos entre los emigrantes y refugiados en Sicilia, Italia. Formar parte de una comunidad inter-congregacional ha acrecentado mi conciencia de la necesidad de paciencia, tolerancia y aceptación. Cada día aprendo la importancia de la apertura, de la comunicación y el respeto por las diferencias. También me voy haciendo más consciente de las diferentes formas en que nos encontramos con Cristo en la otra persona.

Mientras contemplo el Mar Mediterráneo, alabando a Dios y admirando la belleza de la naturaleza, me siento confrontada también por la realidad de que este mismo mar se ha llevado las vidas de mucha gente y ha separado a muchas personas de sus familias y su gente querida. El mar evoca en mí  un abanico de pensamientos y sentimientos, me invita a contemplar los viajes y las experiencias de los que salen llenos de esperanza, pero nunca alcanzan la orilla o no vuelven nunca a ver a las familias que dejaron atrás.

Las historias de las personas que me siento llamada a acompañar en el camino, me traen la conciencia de que Dios está en los entresijos del día a día. Cuando me siento con refugiados y emigrantes, sus rostros muestran su angustia callada y sus palabras me traen historias del anhelo de una vida mejor. Dadas nuestras diferencias de nacionalidad, cultura y lenguaje, la comunicación es un reto continuo. Pero descubro también un lenguaje que es el del corazón y que comienza con una sonrisa de bienvenida. 

Estoy agradecida a la Sociedad del Sagrado Corazón por permitirme esta oportunidad privilegiada de aprender qué significa “ser el corazón del Dios en el mundo” hoy.

 
Para leer el informe "Global Sisters Report" en Inglés sobre el Proyecto Migrante, haga clic aquí.
 

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