Amar el aislamiento

  • Foto por Jason Antiquera SSC

Escribo desde mi aislamiento en Oakwood, nuestra casa de  retiro.  Me encuentro recordando  uno de mis amigos jesuitas.  Me comentaba qué dura le resultó la soledad cuando fue encarcelado y confinado en una celda aislada.  Su abogado le consiguió una Biblia y esto fue su salvación.

Llevo varios meses aislada y estoy llegando a amar muchos aspectos de mi soledad (¡pero no la cena solitaria de Navidad!).  Esta habitación, una habitación encantadora, la veo con frecuencia llena de gente, aun estando sola.  Por supuesto, Jesús y María están siempre aquí, pero muchas noches he sentido la presencia de toda la Comunión de los Santos.  A veces es un grupo pequeño de amigos,  otras son los rostros de miembros de mi familia que gozan de Dios desde hace tiempo y que se reúnen ahora junto a mí para brindarme su apoyo.  Mis padres vienen y se sientan en silencio conmigo. También  llega Santa Filipina que me impulsa a aprovechar bien este tiempo precioso y a recorrer con mi oración todos los continentes.

Sí, amo la soledad, pero agradezco también las oraciones de todos los que me ayuden a recobrar la salud y a regresar a mi comunidad.

Helen Rosenthal rscj          

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