Filipina fue, por encima de todo, una mujer de profunda comunión. Toda su vida fue un tender puentes entre dos mundos. Entre Europa y América. Entre el mundo de los ricos y el mundo de los pobres. Entre razas: europeos, americanos nativos, indios, negros, y el nuevo pueblo forjado en la frontera americana. En tiempos de guerra y división de clases en Francia, Filipina fue portadora de paz, cuidando y sanando a los que sufrían. En América, hizo posible para las jóvenes una educación que, antes, estaba sólo al alcance de los muchachos. Abrió escuelas gratuitas para los pobres donde nunca las había habido. Respetó la dignidad de los americanos nativos cuando inmigrantes irresponsables los despojaban de sus tierras y diezmaban sus filas. Filipina pasó toda su vida abriéndose a mundos nuevos, tendiendo puentes, esforzándose por entrar en la experiencia de otros, en una palabra, creando comunión.
Helen McLaughlin rscj (Conferencia, 1988)
¿Qué significado profundo tiene Rosa Filipina Duchesne para nosotras, Religiosas del Sagrado Corazón?
Me parece importante que cada una de nosotras relea la vida de la Beata Filipina y reflexione sobre el mensaje que ella nos transmite. Nos ha sorprendida haciéndose inesperadamente presente: ¿Qué está queriendo decirnos hoy?
¿Quién es ella para nosotras? Una mujer valiente y abierta, una religiosa de profunda oración, amante de la pobreza y de la sencillez, hija leal de la Iglesia incluso en el sufrimiento; una pionera del futuro que se atrevió a ir donde muy pocos habían conseguido llegar antes que ella. Nos está diciendo algo con urgencia e insistencia.
Lo que me impresiona más, es la capacidad de Filipina para responder con energía a los momentos y situaciones difíciles, de aceptar y amar un país extranjero totalmente distinto, un modo de vida nuevo, de entrar de todo corazón en otra cultura, lengua, escala de valores, llegando apreciarlos y amarlos.
Santa Magdalena Sofía amó la pobreza y la oración, y Filipina siguió su ejemplo con una audacia y “radicalidad” que impregnó su vida. Su apertura al Espíritu, su libertad interior para responder a su llamada, no la llevaron a grandes éxitos, sino a una experiencia profunda de que el grano de trigo tiene que morir, y Dios lo hará fructificar. Confiando enteramente en Él, se entregó totalmente.
La meta de su vida no fue la santidad personal, sino la entrega total de sus fuerzas para que el Corazón de Jesús fuera conocido y amado. Vivió su impulso misionero en fidelidad a las Constituciones de 1815. Esta fidelidad marcó la calidad de su santidad, la hizo auténtica, y visible a todos los que la conocieron.
Las Constituciones de 1982 nos piden hoy que seamos mujeres fuertes, deseosas de continuar la misión de Cristo de “reconciliar todo en Él, para gloria del Padre” (§2); nos llaman a ser personas de oración, de discernimiento, cercanas a los necesitados, entregadas a los pobres, escrutando el horizonte de los nuevos mundos que esperan de nosotras un testimonio vivo del Amor de Su Corazón.
Pidamos unas por otras en estos días anteriores a [su]. Como ella … creamos cada día más en Aquel “cuyo poder, actuando en nosotras, es capaz de hacer mucho más, infinitamente más, de lo que podemos pedir o imaginar” (Ef 3,20).
Helen McLaughlin rscj
Carta de la Superiora General a todas las Comunidades:
“Canonización de la Beata Filipina”
1 de mayo 1987
Estamos preparando ahora para el bicentenario del cruce de fronteras de Filipina Duchesne
– una celebración de 200 años de misión internacional de la Sociedad del Sagrado Corazón.
– una celebración de 200 años de misión internacional de la Sociedad del Sagrado Corazón.
Haga clic aquí para acceder al sitio web bicentenario de rscj.org.
Una página web para Philippine Duchesne también estará disponible en rscjinternational.
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