Blandine habla de sus primeros tres meses de voluntariado en Guanajuato, México.
¡Ya hace tres meses que llegué a León, en el estado de Guanajuato, en el centro de México!
Poco a poco voy descubriendo la educación popular con las hermanas del equipo de trabajo. Las semanas están marcadas por los diversos talleres que se imparten en las escuelas de las comunidades rurales, su preparación, la ayuda que se presta en la ludoteca y los mercados solidarios que se celebran cada quince días. Comparto mi día a día con las cinco religiosas de la comunidad y una joven voluntaria mexicana.
Ponerse al servicio de los demás no significa necesariamente sentirse útil, sino también reconocer y aceptar tus límites, aprender a ser más que a actuar, cambiar tu mirada sobre el mundo que te rodea.
Este voluntariado es para mí una oportunidad para aprender a dejarme llevar y a confiar en Dios. Confianza en el lugar al que Él ha decidido enviarme, pero también en los retos cotidianos: elegir vivirlos con Él, ya sean descubrimientos, alegrías, pero también incomprensiones, frustraciones e incluso, a veces, decepciones o indignación ante situaciones de violencia, abandono, injusticias, pobreza… Esta experiencia es también para mí una oportunidad para dejarme tocar por las realidades difíciles, al tiempo que cultivo laesperanza y aprendiendo a redescubrir la presencia de Dios a través de las alegrías sencillas: sonrisas, miradas, palabras, silencios, colores, gritos de alegría de un niño que ha conseguido vencer su miedo al grupo, puestas de sol…
En resumen, se trata de aceptar el reto de abrir el corazón y dejarse transformar. ¡La aventura no ha hecho más que empezar!
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