La calidad de nuestra alegría depende del manantial de donde la sacamos: ¿dónde buscamos nuestra alegría? ¿Cómo va y viene? Observa que vuela como los pájaros… ¿va en picado o aletea? ¿Permanece o cambia? ¿Se va según los días, los estados de ánimo, a causa del amor propio, según los acontecimientos o las circunstancias?
En sus líneas principales, los acontecimientos de nuestras vidas repiten lo que se nos dijo: “llorarás y te lamentarás, el mundo se regocijará y tú sufrirás gran tristeza, pero tu tristeza se convertirá en gozo”. La característica distintiva del sufrimiento cristiano es su capacidad de convertirse en gozo. Un grano de mostaza de tristeza se convierte en un gran árbol de gozo… En el sufrimiento cristiano hay siempre una amplia proporción de gratitud, de esperanza y de mirada hacia adelante.
La base de la alegría es la acción personal de Nuestro Señor mismo en cada vida. Las alegrías y las tristezas no caen sobre nosotros desde una gran distancia, como proyectiles, sino que Él personalmente toma nuestra vida en su mano y los va adaptando día a día a nuestra capacidad y a nuestra correspondencia. Cuando nos sentimos de veras en las manos de un tal Maestro, podemos estar bien tranquilas y esperanzadas.
Prayer in Faith, pp. 104-105, 111-112
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