Neelam Hembron

Pasé la mayor parte de mi vida en el pueblo de Raitoli que pertenece a la parroquia de Torpa en Jharkhand. Soy la mayor de mi familia y tengo dos hermanos menores y una hermana.

Nací en primavera, cuando las nuevas hojas y flores comienzan a emerger en los árboles ‘Sal’, y toda la comunidad celebra la fiesta local de ‘Sarhul’ dando la bienvenida a la nueva vida y al Año Nuevo. Tiempo después me contaron, que a causa de mi nacimiento el festival planeado tuvo que posponerse unos días, hasta que el cordón umbilical se hubiera secado y el ritual de purificación se completara.

Al ser la primera hija, me mimaron mucho. Tenía a mis padres, mi abuela y mi tía (la hermana soltera de mi padre) para cuidarme. Otra tía se ofreció a llevarme a su casa en Dumka (a casi 400 km) para mis estudios. Entonces, cuando tenía cinco años, me enviaron a la escuela en su casa y para entonces nació mi hermano pequeño. La casa de mi tía se convirtió en mi segundo hogar. Mi tía y mi tío jugaron un papel importante en mi vida. Tengo tres primos que estaban fuera de casa en ese momento, por lo que me trataron como su cuarta hija. Me amaban tanto que no extrañaba mucho a mis padres. Estuve con ellos hasta que completé Standard10 .

Durante los fines de semana y días festivos, mi tía visitaba regularmente el convento de la Madre Teresa para ayudar a las hermanas allí y solía llevarme con ella. Me encantaba jugar con los niños pequeños y charlar con los que vivían ahí. A veces iba a la capilla, donde algunas hermanas rezaban con los ojos cerrados, no entendía por qué cerraban los ojos cuando rezaban pero me gustaba y cuando jugaba en casa yo también cerraba los ojos.

A medida que crecía, mis pensamientos e intereses también se desarrollaban. Quería cumplir mis deseos como veía hacer a los demás. Entonces, después de completar el Standard10, regresé a Raitoli y comencé la universidad. Durante este tiempo avanzaba, pensando y planificando el futuro, pero no tenía una imagen clara de nada. Traté de distraerme de este pensamiento uniéndome a mis amigos, divirtiéndome con ellos y haciendo salidas juntos. Pero en los momentos tranquilos cuando me detenía y reflexionaba, me sentía vacía por dentro.

En la época de lluvias solía llevar el ganado a pastar en la ladera. Por las tardes descansaba sobre una roca plana, disfrutando de la belleza de la naturaleza que me rodeaba. Mientras me acostaba en la roca, en el regazo verde de la Madre Naturaleza, podía ver el cielo azul, escuchar el canto de los pájaros y sentir el toque de una suave brisa que calmaba todo mi ser.

Un día, mientras el ganado pastaba, me senté en mi roca fiel y un pensamiento se apoderó de mi corazón: esta roca es tan fuerte y siempre permanece.

Más tarde, ese mismo día, estaba leyendo la historia real de una niña que conoció a un hombre que sufría de lepra y conversó con él. Después de unos meses, su voz interior comenzó a decirle que tenía que regresar al mismo lugar donde había conocido a ese hombre.

Para entonces, el hombre había perdido la vista por completo. Pero cuando la niña se le acercó, la reconoció por el olfato y dijo en voz alta: Mi hija ha venido: ¡Ahora puedo morir en paz!

De alguna manera estas palabras me conmovieron profundamente y cada vez que reflexioné sobre ellas, experimenté una paz profunda y me sentí obligada a hacer algo. Un día, un pensamiento capturó mi mente: vivir para una misma es normal, pero vivir y hacer algo por otra persona es un regalo de Dios.

Estas palabras perduraron en mí mientras escogía mi estilo de vida, y luego de completar mis estudios en 2007, me uní a las Hermanas del Sagrado Corazón que tenían una escuela en Torpa. Mi familia me había permitido ser libre, así que cuando expresé mi deseo me apoyaron. Cuando me uní a la congregación no sabía mucho al respecto, pero había oído hablar de algunos de sus trabajos por mi madre que era miembro del Grupo de Autoayuda.

Me quedé unos días con la comunidad Torpa, luego me mudé a Haregaon y la comunidad del noviciado. Durante esos años aprendí sobre la Sociedad y llegué a tener una relación profunda con Dios.

Después de mis primeros votos, me viví en varias comunidades. Muchas RSCJ contribuyeron en mi crecimiento personal y me ayudaron a acercarme al Amor Divino de Dios. Experimentando este amor de Cristo, pude hacer mi compromiso final en 2019.

Actualmente estoy enseñando a niños de la escuela New Dawn en Torpa. Me da una inmensa alegría compartir el amor de Cristo con estos jóvenes.

Al recordar los últimos años de vida religiosa, mi corazón se llena de gratitud hacia Dios. No vine aquí por casualidad; Dios tiene un propósito en mi vida. Por lo tanto, experimento su amor y cuidado todos los días. Dios me ha acompañado de una manera amable, y me ha dado muchas oportunidades para tomar conciencia profunda de Su amor incondicional.

A medida que crezca en la vida religiosa, seguiré compartiendo el amor incondicional de Dios dondequiera que vaya.

 


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