Nuestra Misión en la “Escuela de la Segunda Oportunidad”

Violetta Zając rscj (POL)

Desde el año 2000 he estado trabajando en la escuela secundaria Centro de Socio-terapia Juvenil “SOS” Nº 1 en Varsovia. Esta ha sido mi respuesta concreta a la llamada que recibí cuando estaba preparándome para los votos perpetuos en Roma: vivir la misión entre la gente joven en riesgo debido a su exclusión de la sociedad y a que sufren pobreza de varios tipos. 

El Centro “SOS” consiste en una escuela secundaria y una residencia de estudiantes que no son de Varsovia o que proceden de situaciones familiares difíciles. Además de los cursos académicos, el Centro proporciona actividades extra curriculares, clubes para los diversos intereses, asistencia al aprendizaje, socio-terapia y psicoterapia. El equipo educador desea crear un ambiente propicio que proporcione asistencia especializada pedagógica y psicológica a gente joven sobrecargada con problemas muy serios, entre los que se incluyen todas las formas de fobia escolar, neurosis, depresión, anorexia, bulimia y dificultades para manejarse en situaciones familiares problemáticas como alcoholismo, enfermedad mental, violencia física y sexual. Al mismo tiempo, “SOS” se dirige también a quienes, a pesar de ser inteligentes y tener amplios intereses personales y habilidades especiales, tienen problemas específicos de aprendizaje, como déficit de atención o retrasos del desarrollo. 

El Centro se ha planteado como un lugar pequeño, dado que solo así puede proporcionar un sentimiento de seguridad y para que no haya nadie que se sienta relegado. Se atiende a cada persona que cruza su puerta. Hay lugar para adolescentes embarazadas, gente joven de diferentes nacionalidades, culturas y religiones, así como para gente joven luchando contra adicciones de todo tipo. “SOS” ofrece también un lugar a los que han completado tratamientos en centros de adicción y necesitan ayuda para mantener su estilo de vida abstinente. 

Durante mis 14 años de servicio en este Centro, he asumido diferentes funciones. He sido educadora, profesora de religión, y terapeuta familiar. Cuando empecé a trabajar no había clases de religión en la escuela, porque los estudiantes no querían asistir a esas clases; pero el director me pidió que las organizara. Al principio solo unos pocos estudiantes venían, incluidos algunos jóvenes que se declaraban no creyentes y otros que buscaban respuestas claras y definitivas a la existencia de Dios. Con el paso de los años, sin embargo, el número de estudiantes que acuden a clases de religión ha aumentado. Vienen porque quieren hablar, hacer preguntas, y descubrir a Dios y su propia identidad en El. Me hacen caer en la cuenta cada vez más que la pobreza afecta también al espíritu; y que los problemas emocionales, mentales y familiares influyen mucho en la imagen de Dios que tiene la gente joven, muchas veces empujándoles a la rebelión espiritual. Estos jóvenes están perdidos entre los valores del mundo; mantienen un prejuicio contra la Iglesia; y tratan a Dios como un Poder Superior distante, como una forma de energía hacia la que la gente se vuelve en busca de consuelo. Me han enseñado que es mejor compartir mi vida de fe que intentar convencerles con palabras. En lo profundo, estos jóvenes tienen gran necesidad de autoridad y de guía, de buenas relaciones con personas adultas, claridad en los límites y afecto. Cada día aprendo a amarlos con el amor cálido y fuerte de Dios. 

Trabajando con estos estudiantes he llegado a la conclusión de que no puedo ayudarles si no entro en contacto con las familias de las que proceden. Es por esto que empecé a trabajar con las familias de los jóvenes de los que estaba encargada. Los padres se sienten impotentes y no saben cómo manejar a sus hijos, y necesitan apoyo y ánimo en su papel de padre o de madre. Lleva mucho tiempo ganarse su confianza. Inicialmente tienden a evitar el contacto, y niegan sus problemas. Son personas que han escuchado a diversas instituciones decir que son “malos padres”. He aprendido a contactar con lo que hay de mejor en ellos, esto es, su amor y preocupación por sus hijos. Lo importante es ayudarles a resolver problemas en su vida, como por ejemplo a encontrar un trabajo, conseguir subsidios por incapacidad o manejar otros asuntos problemáticos. Con tiempo, se abren y empiezan a hablar y a confrontar sus problemas familiares. 

En cuanto a la gente joven, uno de sus mayores problemas es la falta de motivación para ninguna actividad. Sin embargo, he descubierto que cuando les doy tiempo y les escucho compartir sobre sus alegrías y sus dificultades, esto afecta significativamente a su motivación y les ayuda a permanecer fieles a sus compromisos. Me da mucha alegría ofrecerles oportunidades de hacerse voluntarios para servir a otros de alguna forma. Estas actividades son variadas y se dirigen a los diversos intereses de la juventud –  por ejemplo ir cada semana a visitar el orfanato y jugar allí con los  niños y ayudarles con sus deberes; participar en la “Gran Orquesta de Navidad” para sacar fondos para hospitales; coleccionar materiales para la perrera y el cuidado de perros enfermos. A través de estos compromisos, crecen en sensibilidad hacia las necesidades de otros y aprenden a trabajar juntos. 

Formar parte de esta misión me ha enseñado a confiar en que Dios trabaja en cada ser humano y tiene su manera de alcanzar a todo el mundo. Servir aquí, en este Centro, me ha ayudado a creer que existen posibilidades de desarrollo para los que son “excluidos” por otros y por sí mismos, y que Dios es capaz de encontrarse con cada persona. Cada día, de diferentes maneras, Dios me muestra que todo lo que sucede en estas vidas jóvenes tiene sentido. Es Dios quien los guía, como me guía a mí misma, en esta misión. 

Quizás la lección más importante que he aprendido hasta ahora es comprender que gestos sencillos y cotidianos de amabilidad y cuidado son actos de amor. Este es el lenguaje primario, el lenguaje de la Palabra de Dios que nada puede reemplazar –  la Palabra de Dios que es, simultáneamente, la más fácil y la más difícil de proclamar. 

 
Violetta Zając rscj
 

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